jueves, 29 de agosto de 2013

COLOMBIA.

Nos critican, nos señalan, se burlan porque hablamos, se burlan porque queremos, se burlan porque hay más que menos. Se burlan porque hoy, presentes o no, estamos unidos por una causa que quizás muchos no perciben por ignorancia o porque sencillamente les parece ridículo, pero cuando tenemos gente que vive de ello, que ha trabajado años por dar educación a sus hijos y nietos a base de sus cosechas, nos preguntamos por su bienestar y futuro, incluyéndome.

Nos duele más el país de lo que nos imaginamos, nos duele ver que el pasado se esté resquebrajando por la ineptitud de la avaricia que emana la plaza de Bolívar en el congreso.

Yo desde acá apoyo con toda el alma la causa por la cuál se está luchando y la adrenalina me hace querer unirme a las marchas, en caso de continuar, aunque temeroso de lo que pueda ocurrir, me deja patidifuso ver a tantas personas solidarizarse con los campesinos, ver manos tendidas para los demás.

Si por algún motivo este mensaje llega pronto a algún manifestante activo, eviten la violencia, no se rebajen, las palabras son más poderosas de lo que se imaginan y más cuando vienen de una masa de la cantidad que hoy se ha unido.

No lancen piedras porque les provoca o sienten rencor hacia la fuerza pública, están perjudicando a los manifestantes que se interesan por sus cosechas. No se las den de Che Guevara, que estamos en Colombia y no tenemos necesidad de imitar nada ni nadie.

No, sean inteligentes, usen el razonamiento y piensen en que no solo ustedes pueden salir lastimados, sino aquellos que están a su alrededor con el propósito de marchar pacíficamente.

Posiblemente sea tarde para un millar de cosas, pero no es tarde para darnos cuenta que en la sangre que corre por nuestras venas, que cuando tenemos algo por lo que luchar, todos somos uno. Esto es más que coca, más que Pablo, esto es más que un estigma social. Somos todos una misma familia.


HOY HE TENIDO DE NUEVO LA ESPERANZA DE VER QUE EN COLOMBIA SÍ SE PUEDE PROGRESAR, QUE COLOMBIA TIENE UN FUTURO BRILLANTE SI UNE SUS MANOS, USTEDES, MANIFESTANTES ACTIVOS, SON EL ORGULLO DEL PAÍS. MIS RESPETOS PARA AQUELLOS QUE SE CONGLOMERARON HOY A LAS MARCHAS A LUCHAR CON ARGUMENTOS.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Muerte.

La más oscura de las noches cae de la altura ,

Las sombras crecen mientras toda luz clausura,

Y apetezco vuestros corazones y desenlace,

Que por mi negra mano, ¡La muerte ha de levantarse!

martes, 27 de agosto de 2013

Desconocida


Miro por la ventana.
La chica del tercer piso se asoma
con el cabello despeinado.
La veo en partes, quebrada;
la cortina le tapa los senos;
pero sus hombros desnudos;
su cuello es un camino que conduce al abismo.
Bajo la mirada:
en la ventana del segundo piso
un hombre completamente desnudo se asoma.
Es viejo y sus labios libidinosos me dan asco.
Tiene el pelo revuelto, sudado y pegado a la frente:
está riéndose. 
Subo la mirada: 
le busqué los senos antes que la mirada;
ahora sus ojos son el abismo.
Sus labios se resquebrajan.
Y la ventana se abre;
la cortina se corre y sus senos al aire.
La risa del hombre desaparece;
un bulto cae y nubla su mirada:
sus ojos miran el abismo. 

lunes, 26 de agosto de 2013

Más allá de lo físico.

Aunque vengo buscando tatuarme la piel, cicatrizar todo aquello que está dentro de mí, pues no temo mostrar lo que dentro de mí se resguarda, me he dado cuenta de que más allá de lo físico, los recuerdos y los días me han tatuado el alma.

sábado, 24 de agosto de 2013

Búfalo


Hoy me levanté con la cabeza que me pongo todos los días, no hubo la necesidad de acomodarla sobre el soporte que sobresale de mi pescuezo. La noche anterior olvidé quitármela y dejarla en el perchero, creo que por eso tengo un leve dolor de cuello y en mis dos cuernos. Me miro al espejo, contemplo mis astas afiladas y hago un resoplido de satisfacción, aún no se han resquebrajado. Me visto con mi traje de paño: saco negro, pantalones negros y zapatos negros… y claro está, camisa blanca. También agarro la corbata roja que dejé lista dos noches atrás. Mis falanges hacen el difícil trabajo de unir los botones con el ojal de mi reluciente camisa blanca. Luego camino erguido al patio trasero de mi casa, para pastar antes de ir a la oficina. La hierba la acondicioné para no tener que ponerme en cuatro y tener que comer como un sucio animal; un sofisticado artefacto de enredaderas sujetan a lo largo de las paredes del patio toda clase de plantas y flores: rosas y hojas árbol para que mis cuatros estómagos hagan una buena digestión. Después de mi frugal desayuno, y antes de salir de casa, me miro al espejo mientras abro mis fauces y con un hilo dental me quito las ramitas que se quedaron enredadas entre mis dientes.
Pero antes de salir por el portón, me vierto encima de mi traje de paño un galón de gasolina. Luego mis falanges vuelven a ser cruciales, enciendo un fósforo y lo dejo caer sobre mi ropa húmeda.
Impertérrito salgo a la calle y enciendo un cigarrillo, mientras veo revolcarse por el asfalto a mi vecino con su cabeza de jirafa para apagar su fuego hipócrita.  


El señor Daba


Para muchos, el señor Daba nunca existió. Simplemente fue una historia de pueblo, una leyenda o un mal recuerdo. A Daba lo quisieron eliminar de la Historia de mi país, pero no lo lograron. Mientras yo exista y su recuerdo esté vivo en mí, el señor Daba no morirá, aunque nadie más haga el esfuerzo por intentar recordarlo, o al menos leerlo.
Creo que eso es lo que más me ha dolido, que el país no reconozca su labor, su amor por nuestra tierra, su amor a los campesinos y a las miles de montañas a las cuales le escribió poemas. Por eso tuve que correr, tuve que huir de aquel país que no quiero recordar su nombre, no soporté esa indiferencia. Utilicé todos los medios y todas las herramientas para avivar la llama de la vida del señor Daba, pero simplemente no lo logré, nadie quiso y no me lo permitieron.

Yo vivía en ese tiempo en el pueblo de Villa Hermosa, un pueblo muy tranquilo, donde se respiraba un ambiente familiar y pacífico. El pueblo quedaba en una región fría en el suroccidente de mi país natal, el cual, como ya lo dije, no quiero recordar su nombre. En ese remoto pueblo, vivían alrededor de 50 familias campesinas y entre ellas estaba la familia del señor Daba. La casa del señor quedaba en la plaza central, a dos cuadras de la mía. Daba poseía una de las casas más hermosas del pueblo, la casa tenía uno de los balcones más llamativos y hermosos. Los turistas que iban a Villa Hermosa quedaban encantados con las orquídeas lilas y blancas que sobresalían de su balcón. El señor Daba se sentaba ahí todos las tardes junto a su esposa a tomar el café y antes de que se acabara el día y con un librito en la mano, declamaba uno o dos poemas.
Él era un afamado escritor que había publicado libros sobre los campesinos en el país, y sus historias reivindicaban, a través de la Literatura, la posición social de estos seres tan menospreciados en ese tiempo. El señor Daba le daba a sus personajes mágicas características que únicamente conseguían a través de acariciar la tierra y besarla todos los días. Para Daba, existían miles de quijotes y siempre lo decía, reconocía y escribía. Por eso lo querían tanto en Villa Hermosa.

Sin embargo, Villa Hermosa no fue siempre territorio pacífico. Un día, sin previo aviso, llegaron al menos 100 hombres vestidos de camuflado y con fusiles en sus manos, y según ellos eran enviados del gobierno que anunciaban restablecer el orden en nuestro pueblo, y que para eso debían “liquidar” a todos los traidores de la patria, a todos aquellos que de manera directa o indirecta han incitado a la revolución comunista.
Durante una larga semana, aquellos hombres empezaron a juntar a todos los líderes campesinos y sindicales del pueblo en la Alcaldía y los tuvieron encerrados allí hasta un domingo en la tarde.
A las 4 de la tarde, un domingo 18 de abril, los recluidos salieron de la Alcaldía con una funda negra que les cubría la cabeza y con una soga que les abrazaba el cuello. Los camuflados los hicieron caminar hasta el centro de la plaza pública, donde al mejor estilo de la Revolución Francesa, empezaron a ejecutar uno por uno en una guillotina muy rudimentaria. Todos los habitantes de Villa Hermosa presenciaron el hecho, todos estaban petrificados, el miedo los embargaba, y mientras la sangre y las cabezas empezaban a escurrirse por la calle, el capitán de los hombres arengaba levantando orgulloso su fusil.

Después de varias víctimas, el señor Daba se asomó en su balcón y empezó a insultar a los hombres, los calificaba peyorativamente de “paracos” y les ordenaba entre gritos que dejaran tranquilos a los campesinos. El jefe que estaba arengando se puso rojo de rabia y le dijo a Daba que él era el último comunista que iba a habitar Villa Hermosa, mientras le hacía señas a sus hombres para que irrumpieran en la casa. Al señor Daba lo sacaron a empujones de su hogar. Él nunca dejó de gritar y de pedir por los campesinos.

Mientras recuerdo al queridísimo señor Daba, desde un remoto lugar del universo, se me escurren las lágrimas, cuando todavía siento que fue ayer, cuando su cabeza rodaba hasta mis pies. 

jueves, 22 de agosto de 2013

PALABRAS VACÍAMENTE NUBLADAS.

Para comenzar, quiero decir que me siento inconforme con un aspecto de lo que disfruto tanto hacer.

Yo vengo a este espacio a plasmar por escrito todo aquello que siento en el momento en que aparece súbitamente, y disfruto enormemente compartir pensamientos que puede o no llegar a los corazones de las personas. Opiniones que pueden hacer sonreír a alguien o generar cierto acuerdo en cuanto a las palabras que uso.

Soy una persona que ama la polémica y la sátira, y aprendí con el tiempo que no tenía caso usar insultos directos a todo aquél que se atravesaba en mi camino, sino usar un comentario al aire y dejar que los leones se mataran en la jaula por la carne. Al que le caiga el guante que se lo chante, dicen.

Yo aquí no me las vengo a dar de Héctor Abad, ni de Vallejo, ni Mario Mendoza ni nadie, yo soy Felipe González, el personaje al que le encanta escribir y expresarlo libremente.

Pero debo decir algo que pienso, y es que si hay alguien que critica aquello que haces con convicción, significa que lo estás haciendo bien, por lo que pueden decir que estoy alucinando, que soy un falso oráculo de la verdad, que soy un accionista lleno de palabras y desamparado de las mismas acciones. Todo eso y mucho más puedo recibirlo y me alegra recibirlo, porque de alguna manera me impulsa a mejorar aún más y callar cada boca que salta en cuanto comento cualquier banalidad, incluso cuando sarcásticamente la dirijo a alguien personal y a manera de charla.

Por otro lado, pido el favor, si usted es uno de los que se siente aludido, sepa que no hay absoluto problema en cuanto a comentar sobre el blog o mi persona, porque todos tienen el digno derecho a opinar, pero cuando se trata de mis cualidades personales, espero que mínimamente esté consciente y no ande perdido en quién sabe qué mundo, pero si usted no es uno de ellos, disculpe este escrito de particular desahogo.

Me siento pleno y satisfecho de decir que escribiré y opinaré cuando tenga algo encerrado que quiera expresar, bien sea para buscar mi tranquilidad o quizás servir a la tranquilidad de otro que pueda sentirse identificado con aquellas palabras que escribo.

Yo no soy la verdad, yo no soy un escritor, yo no soy el último veredicto, ni mucho menos soy el próximo premio a la literatura, yo soy una simple persona que disfruta escribir, que disfruta de la amistad del otro colaborador e intercambiar opiniones privada o públicamente, y aquellos que sientan que quieran opinar mis comentarios, son bienvenidos…Aquellos que no, también son bienvenidos.


Gracias anticipadas a los que han soportado mis críticas pesadas a la religión y a los grupos sociales, y que han gustado de mis demás escritos e informo que escribiré hasta el día en que la muerte me lleve, con libertad o con placer de plasmar lo propio o lo ajeno. Un abrazo.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Mi pequeño sinsonte.

Esos pequeños pies que tanto corren por doquier, con esas manitos que revolotean acompañados de la sonrisa imborrable me hacen pensar numerosas cosas acerca del futuro. ¿Acaso seré yo el que te tome en mis brazos cuando no estén papá y mamá?, ¿Seré una persona admirable a tus enormes ojos negros que miran con portentosa inocencia?

Temo y temo que no sea aquella persona que puedas llegar a admirar. Temo dejar en los pasos que dejo en tu camino alguna mina que te destruya la consciencia y te aleje de mi mano.

Pero ahora disfruto tu mala cara cuando provoco ira en ti, disfruto tus besos con esa pequeño boca, tus infantiles charlas y el inesperado asomo de una adultez aprendida de lo que percibes.

Pero en las noches frías, oscuras, donde cada pesadilla te abrume el sueño y brote tus lágrimas, ahí estará aquel hermano que te espera cada día en su silla, esperando que esas manitas intenten rodearme el cuerpo entero, que cuida y cuidará de ti e, que no permitirá que ese pequeño sinsonte pierda el vuelo.

Aún recuerdo aquellos momentos hace casi un año en que yo estaba lleno de ira, lleno de odio y desespero hacia el mundo entero, hacia mí sobretodo…Pero me carcomía la idea de que crecieras con un monstruo iracundo del otro lado de tu habitación, un monstruo que atacaba sin razón a cuanto se oponía a él. No, yo creo que hay algo más allá, más allá de la sangre que me hace sentir compasión por cada vez que me desprecias un abrazo o una caricia, creo que es la paciencia que tuve que comenzar a aprender para no ser un estorbo más.

Es que eres mágica, un ser de otro mundo que con tan solo dar un paso dentro de estos muros que nos rodean, fácilmente pueden desdoblar mis labios tensos en una sonrisa profundamente alegre.

Y la vida me enseñó que eras algo que no podía desperdiciar, que no podía dejar pasar, que prometí no perderme un momento de ti, porque ahí estaré cuando tu primer diente se escape de tu boca, cuando busques desesperadamente aquél ratón que deja dinero bajo tu almohada, tu primer día escolar y cada salida que pueda tomarte y llevarte a mis espaldas de vuelta a casa.

Aún me alegra que hayas cruzado tu camino en el mío, hermanita

martes, 20 de agosto de 2013

En dedicatoria a Julián Montoya.

El domingo pasado ocurrió un hecho que volvió a sacudir a nuestra institución. Julián, un pequeño niño que hasta estos días jugueteaba, falleció por un accidente.

Hoy debo decir que me dio mucho qué pensar el hecho de que el rito fue exclusivo y tuve ciertas remembranzas con el suceso ocurrido hace 5 meses con un compañero y amigo más cercano al que, como bien saben, escribo constantemente.

La muerte está en cualquier lugar y nadie se salva de ella, ni siquiera la inocencia que guardaba un niño de 9 años pudo salvarse del imprevisto abismo que se abre repentinamente y toma el alma de quien esté sobre él.

No sé si llamarlo coincidencia o qué fenómeno sobrenatural ha padecido la institución para sufrir dos pérdidas en un año, pero da mucho qué pensar sobre la propia muerte y pensé en escribir sobre ella, pero no tiene caso. ¿De qué sirve, sino para seguir en un mismo círculo de duelo?

A pesar de que directamente no me toca, debo decir que me impacta saber que un pequeño y cándido niño nos deja, pero tengo la plena seguridad de que al igual que aquellos que abandonan este terrenal mundo, se colman de tranquilidad y descanso, que a lo mejor su misión en este mundo era provocar diversas emociones en sus compañeritos y en los profesores, generar cuestionamientos cotidianos y ser un amigo para los que le rodeaban y al ser parte de nuestra familia, no podía dejar pasar esto desapercibido y dar al menos unas palabras para él y su familia, que aunque debe estar pasando un momento difícil, en algún momento sabrán el porqué ese niño vino a este mundo y a qué vino, que como dije, pienso que cumplió su misión.


Espero que como todos, vueles libre, porque algún día todos estaremos emprendiendo el mismo vuelo.

Abismos


Todo comienza cuando se le quiere hacer una apología a la soledad. Cuando se reconoce que hay un abismo más profundo y oscuro que la propia reflexión. Ensimismarse, enajenarse y apartarse de todo lo físico y material se convierte en el último paso y no el en el primero. Ahí, debo reconocer, existe una condición que va mucho más allá de los límites conocidos, una frontera que supera lo humano. La soledad penetra en todos los rincones de la esencia, se convierte en el medio y no en el fin. Esa herramienta de autodestrucción se vuelve inofensiva a la inmensidad del imperio que se avecina. En ese punto, habría que agradecerle; inocua, indefensa y beneficiosa. Los efectos mustios y lánguidos toman una calidez viva y dorada.
Por extrañas razones, el abismo del prójimo siempre es peor, siempre es impenetrable, inaccesible, irreconocible y sobretodo, ininteligible. Aventurarse al abismo de otro resulta peor que el mismo y propio aislamiento.
Indescriptible y abrumado es ser el batiscafo del abismo de alguien. 


lunes, 19 de agosto de 2013

Ensayo.

"Dios es el único ser que para reinar no tuvo ni siquiera necesidad de existir."
Charles Baudelaire.

El tema que abarca la fe es un tema extenso que recorre todo el globo terráqueo, cuestionándonos si acaso estamos regidos por un movimiento prescrito o tenemos en realidad el libre albedrío de las ocurrencias que tenemos constantemente.

A pesar de que la fe no sea algo que nuble el razonamiento del hombre, los años han demostrado que la religión ha tomado provecho de ello y ha subyugado a la gran mayoría a una serie de reglas innecesarias que abstienen a los hombres del libre albedrío que se predica.

Ahora, ¿Son acaso estas “reglas” en realidad necesarias o son solo un invento para mantener el orden que ha establecido la iglesia durante siglos?

Si nos detenemos un momento a pensar, dejando a un lado las creencias propias, hay que ver a qué punto usan a Dios como razón y excusa, gracias a la crianza que se nos dio desde pequeños entre nuestras familias y la iglesia, pues aquellos que creen fervorosamente, dejan principalmente sus derrotas y también sus logros a las manos de Dios, justificando cada acción que sucede, sea buena o mala, pero siempre poniendo a Dios como el que determina de qué lado cae la moneda en la vida, el que decide lo que pensamos y cómo actuamos.

Entonces, nos da a pensar que Dios en realidad es una especie de alter ego, un ser que gracias a uno escritos inciertos, ha reinado durante siglos por encima de cualquier conquistador magnánimo, que es la salida a nuestros problemas cuando no sabemos hacia qué lugar dirigirnos, y comenzamos a escribirle cartas en forma de oración, esperando que nos lea, que nos escuche, que nos atienda cada vez que queremos, cada que queremos ser complacidos con nuestras fantasías más paupérrimas, obsesionándonos y dejando todas nuestras culpas, problemas y demás en “manos de dios”.


Estamos acostumbrados a que nos sirvan, acostumbrados a estar cómodamente sentados esperando que nos llegue aquello que deseamos de la nada, cuando en realidad, deberíamos pararnos y buscar ese deseo particular y personal que nos revuelca la mente día y noche.

jueves, 15 de agosto de 2013

El antropólogo y la india


Retomar las lecciones que aprendió Vicente en España, no era algo que le podía ayudar mucho. La exótica india montada sobre él, moviéndose con torpeza y sin ritmo, era un acto que no tenía vuelta atrás. La herejía ya estaba cometida, la blasfemia ya había sido pronunciada, aunque pronunciada como un grito ahogado que nadie escuchaba hasta el momento, pero que no tardaba en ser oído. La india dejaba caer su pelo sobre el cuerpo desnudo de Vicente. La cabaña construida en esteras iba a sucumbir por los resoplidos de placer y los gritos mudos de incredulidad. La aldea dormía.
Esa noche, el jefe de la tribu había salido de patrulla con los demás hombres dejando sola a su esposa en la cabaña. Vicente lo sabía muy bien. Aquel antropólogo que llevaba meses estudiando esa cultura, conocía al pie de la letra sus costumbres y hábitos. Su trabajo había tomado un giro violento; lo que comenzó como un estudio de la última tribu que quedaba en la cordillera de los Andes, se tornó en un minucioso estudio idílico de la esposa del jefe de la tribu.
La indígena extasiada por los besos, la forma tan extraña y particular en que Vicente la tocaba, iba mucho más allá del amor filial y natural al que María estaba acostumbrada, eran sensaciones de un mundo totalmente desconocido para ella. Vicente iba cercenado poco a poco la castidad de María; había impuesto una impureza carnal.
Los hombres de la tribu volvían de su patrullaje, la casa de esteras empezó temblar por los pasos de la multitud que se acercaba con vehementes zancadas; María también temblaba pero no propiamente de miedo. Vicente se percató de que corría peligro, si el jefe lo descubría, la siguiente parada era un sacrificio a los dioses. Vicente se paró de golpe, cogió su ropa y salió corriendo hasta su tienda de dormir. Mientras tanto, María seguía pasmada; sus ojos completamente en blanco, su extraña sonrisa y su mano deslizándose hasta su sexo, eran una imagen que se repetía una y otra vez. Cuando el jefe entró a su recinto y vio a su esposa en ese estado, cayó en una profunda sensación de cólera. Mientras Vicente corría colina abajo con todas sus pertenencias, la casa de María era quemada por el jefe con ella adentro. Ella seguía extasiada y ni el fuego implacable logró apaciguar su estado. Vicente corría con un poco de inocencia tatuada en su pecho.