lunes, 21 de noviembre de 2011

COMO UN LUCIFER TERRENAL II

I. Cantera engañosa, primer caballero de los cuatro

Pasaron los meses y el Aprendiz, ahora llamado Luciferino, se dirigía hacia una cueva en lo alto de una escalofriante y helada montaña. En el trayecto, Luciferino tomó un camino que llevaba a un húmedo bosque, en algún lugar del mundo.

Al llegar a la entrada del bosque, un estremecimiento le recorrió los nervios, haciéndolo sentir algo desubicado y confundido de el por qué le producía esto. Entró en el bosque, caminando cuidadosamente y con su cuchillo a la mano, preparado para cualquier cosa que se le acercara y dispuesto a sacudir sus demoníacas alas para batir el vuelo en su defensa.

A medida que avanzaba, notaba la naturaleza tan particular que el entorno tenía, pues no era un bosque cualquiera, era un bosque húmedo, lleno de niebla y de los árboles caían gotas de agua, algo particular, pues desde la batalla celestial no llovía en la Tierra.

Continuó marchando 2 horas su camino mientras fragmentaba los troncos y lianas que se atravesaban en su trayecto, hasta que algo le hizo detenerse. Un espeso lago negro al frente le llamó la atención, mientras éste borboteaba inexplicablemente, formando unas pequeñas olas a su alrededor, como si bajo el agua habitara un monstruo que soplaba, jugueteando con el agua, formando burbujas para atraer a sus víctimas.

Anonadado durante indefinido tiempo, sus ojos no hicieron más que contemplar el lago, pero no era el fenómeno burbujeante lo que lo atraía, era algo más, algo que no encontraba en su mente, un significado disipado, extraviado y desconocido, pero que le desesperaba inmensamente.

De repente, algo casi sobrenatural le sucedía en el cuerpo. Lentamente sus pies se movían contra su voluntad, haciendole avanzar lentamente hacia el lago, y en el desespero intentaba retroceder, pero era inevitable, caería al lago y nadie podría hacer nada para sacarlo de allí.

Sus pies tocaron el agua y lentamente su cuerpo se fue hundiendo a medida que avanzaba a lo más profundo, hasta que su rostro fue cubierto totalmente en el medio del lago. Su corazón latía rápidamente, exasperado por encontrar una salida, pero cada vez se hundía más y no podía hace nada, pues movía y movía sus brazos, pero era cada vez más impelido hacia lo más profundo y lo desconocido.

Su aire se acababa, su perdición estaba por llegar; jamás imaginó que su vida acabaría de una manera tan burlesca, tan idiota. Esquivó espadas, golpes, flechas, una guerra total, sobrevivió al más temido de los ángeles y a una caída de una inmensa altura, para morir en un lago desconocido y olvidado en algún remoto lugar de la Tierra.

Quedó inconsciente. Su aire ya no era el suficiente para mantenerle los 5 sentidos despiertos, mientras una voz oscura pero melodiosa recorría su cabeza, como si habitara alguien en el lago, pero era completamente arduo saberlo. La voz dijo:

- Qué negro es el mundo, qué negro es el cielo, pues en el inicio de la vida, todo era azul, todo era verde, todo era color de vida. Pero con el tiempo todo cambió, todo se ennegreció. El hombre blanco, lo negro fundó, y conllevo a la perdición de lo moral, lo ético, todo en un holocausto caótico, sin sentido, despiadado. Destinado estás a ordenar ésta realidad, has sido tú el que recibió el deber, y por eso no debes apresurarte, pues actuar despacio es lo que debes, reflexionar sobre lo que eres y entender para dónde vas. Soy parte de la naturaleza, soy una de los 4, tan serena pero tan traicionera. Puedo agradar, como a la vez asesinar, pues cada día más me acabo, me extingo por el ultraje del hombre y en mi defensa castigo con muerte, pues soy la sangre de Gaia. Tenlo en cuenta, y continúa tu camino, pues tienes mucho por delante a lo qué enfrentarte.

Las piernas ya no le pesaban, y de alguna manera una diminuta cantidad de aire lo impulsó en un acto de salvación a salir del agua, cuando al alcanzar la superficie, tomó aire como si fuera la primera vez en toda su existencia, sintió que la vida le regresaba al cuerpo, que el alma no se le escapaba como lo hacía hace unos segundos. Vio mientras se sacudía en el agua, que el lago no estaba borboteando de manera tranquila, sino que era un mar de violencia, como si una tormenta lo sacudiera impetuosamente.

Con un poco de pánico se arrastró hasta la orilla, respirando bocanadas de aire, mientras el agua que se estremecía tras él le caía en el cuerpo, como una progresiva lluvia. Retrocedió mientras contemplaba la escena. Poco a poco el agua se iba apaciguando, y con ella traía una calma casi utópica al bosque, haciendo que Luciferino se tranquilizara lentamente, mientras se sentaba a contemplar el lago y la luna llena que lo iluminaba, y que le daba un toque de misterio al agua, pero aún así, hacía que todo se viera más hermoso de lo que en realidad era, la luna…La luna era lo más bello que había visto desde que sus ojos le permitieron ver, estaba enamorado de ella hace mucho tiempo, pero nunca tuvo la oportunidad de apreciarla como ése día, sentía que no debía perderse las noches sin verla directamente y contemplar su blancura y su perfección. Allí, se cubrió en sus alas y lentamente, fue entrando en el mundo de los sueños.

II. Ímpetu, el ardiente segundo caballero de los cuatro

Al día siguiente, un bochornoso sol le hizo abrir los ojos para continuar su camino. Echándole una última mirada al lago, y continuó adentrándose, de nuevo en un largo camino, un camino desconocido para él.

Iba avanzando mientras el sol acariciaba su rostro, pero notaba algo, el aire se volvía más y más caliente a cada paso que daba, el calor era sofocante, no lo dejaba pensar y lo irritaba, sus labios se secaban y sus ojos se entrecerraban por la cantidad de luz que le daba en ellos, sus alas se encogían y sus poros sudaban de manera extremada.

Siguió caminando, pensando en la anterior voz femenina que le emitió ése particular pero cierto mensaje, que de alguna manera le recordaba a su maestro Lucifer, con uno de sus turbulentos discursos y le hacía pensar el por qué se dirigía especificamente a aquella montaña, tal vez el deseo de la soledad y de realizar una pesquisa personal en aquella montaña era innecesario, pues lo que llevaba adentrado en ése misterioso y extenso bosque lo había hecho pensar en numerosas cosas, como por ejemplo, había entendido que el encargo que tenía en su alma era algo que le llevaría a una grandeza colosal, pero no sabía si en el trayecto tendría que llevarse las vidas agenas, arrastrar todo con él para lograr su cometido, cosa que en realidad, no deseaba. Pero además de todo, comprendía que ahora era una persona marginada, con unos ideales fuertes, con las ganas de vivir, de saber que todo puede ser mejor en un mundo negro, como recitó la voz en el día anterior…Pero había una excepción. No sabía quién era él en realidad, para qué estaba él en éste mundo, cuál era su propósito propio, pues el hecho de buscar a dios para su aniquilación era un deseo, un sueño ageno, y eso lo trastornaba, pues aún deseaba saber para qué había él nacido.

Al rato, algo lo despertó de sus pensamientos. El calor era ahora demoníaco, más que el del mismo Averno, donde habitó unos días y podía soportarlo, pero es que ya era algo distinto, se sentía como si caminara por el sol, sentía sus entrañas arder y su garganta rasgarse lentamente por un fuego exuberante. El caos reinaba.

Frente a sus ojos se encontraban unas danzantes llamas, que pronto lo hicieron caer del sofoco. En cuestión de segundos su cuerpo se vio rodeado por un círculo de fuego que cada vez más lo agotaba y lo enfadaba. Batió sus alas rápidamente para intentar dispersar un poco las llamas, pero fue contraatacado por ellas, quemándole éstas y haciéndole gemir de dolor.

Una voz gutural y agresiva le estremeció mientras decía:

- Soy provocado por los ingenuos cuerpos que cultivan ignorancia, soy la voz de los que callan y el que despierta en el fondo de sus almas para desenfrenar el orden. No soy benigno, solo estoy capacitado para herir, para atacar, soy el fuego, el Ímpetu que destruye los crímenes que han dirigido hacia la Tierra. Es por eso que no perdono y habito en cada uno de los seres que recorren éste campo, en ti, en todos. Pocos aprenden a saber despertar el Fuego y usarlo para el bien común, pocos son los que entienden la gravedad de mi liberación. Pero todos están dispuestos a herir a las personas, a usar lo que puedan para destruirlas. Soy la espada de Gaia. Es la instrucción de hoy, y espero te sirva en tu viaje.

Misteriosamente, el fuego se disipó fugazmente, mientras el conocimiento lo abandonaba y sus ojos se nublaban paulatinamente mientras lo último que sus ojos lograron captar fue la hermosa luna, de nuevo brillando en lo alto del cielo roto. Todo lo físico lo abandonaba.

Despertó al otro día con una sensación de cansancio y desconcierto. Notó que a su alrededor todos los árboles estaban negros, junto con las hojas, las ramas caidas y las rocas.

Recordó lo que había sucedido, y lo aterró de cierta manera saber que el fuego le había hablado, pero no entendía por qué se estaban dando éstas situaciones, no entendía por qué el agua lo arrastraba hacia ella, ni por qué el fuego le rodeaba de manera tan violenta para darle un mensaje. Mientras esto recorría su cabeza, sus alas ardieron y gruñó de dolor, mirando unas alas ensangrentadas y calcinadas. No podía volar, no podía escapar de allí, estaba acorralado en ése terrorífico bosque y nadie podía ayudarle.

III. Céfiro, tercer caballero de los cuatro

Se tumbó entre las ya húmedas ramas que le rodeaban para intentar descansar el dolor que sus alas poseían. No tenía más remedio que continuar la caminata, pues desde el follaje proyectado por los árboles, se veía ya el pico de la montaña, una montaña cubierta de blanca nieve. Estaba cerca, pero sin sus alas no podría alcanzar la montaña, tendría que treparla.

Así que continuó a medida que el aire se tornaba frío y silbante, casi como un canto melodioso que le recorría suavemente la piel y el cabello. Sentía un gran alivio, una tranquilidad fenomenal que le hacía pensar que todo estaría bien, que todas las experiencias mortales anteriores serían cosa de olvido, de poca importancia.

Curiosamente, la montaña no se encontraba fuera del bosque como lo imaginó, sino que comenzaba desde el mismo bosque, haciendo ésta la parte más fría del bosque, pues la nieve que se desprendía del pico daba con el suelo, volviéndolo un suelo congelado, humedo.

Comenzó a trepar. Estaba tan cansado que sentía que sus brazos se soltarían de las rocas que agarraba, y que caería de tal manera que sus huesos no soportarían los golpes, alcanzando la muerte. ¿A dónde se fue esa tranquilidad que minutos antes lo recorría, que le daba la calma que necesitaba?, no entendía a dónde se había ido.

El ardor de sus alas se extinguía mientras más alto se encontraba de la montaña. Cada vez el bosque se veía más y más diminuto, la niebla que rodeaba el cielo iba cubriendo cada árbol, cada laguna, cada río.

Las rocas eran cada vez más débiles y temía que sin sus alas pudiera caer, su paranoia aumentaba, sentía que en cualquier momento se desprendería y caería, pero continuaría tratando de no pensar en eso.

Se preguntaba en su camino el porqué ésas misteriosas figuras le habían hablado, qué significaba, en qué lo ayudaría o qué tenía que ver con él, pero nada encontraba, no encontraba el más mínimo sentido, le parecía incoherente, simple, vacío.

Las corrientes de aire se hacían cada vez más prominentes y notables, las sentía soplando cada vez más duro y se sintió como una diminuta hormiga trepando un tronco, y que al ser soplado, caería igual que ella.

Una fuerte corriente le empujó el cuerpo, haciendole desprender su mano izquierda del peñasco al que se sostenía y solo tenía su mano derecha para sostenerse. Con hastío, cansado e iracundo gritó:

- ¡Ahora quién eres, qué tortura implementarás en mí hoy!.

El viento se concentraba en un solo punto y los ojos de Luciferino se encendían en suspenso y fascinación. El aire pronto con su voz armoniosa, tranquila y silbante dijo:

- Cada día he dado de respirar a lo que me rodea, es mi deber. Pero con el paso de los años se ha agotado mi impulso, mis ganas de volar. Mi deber se ha vuelto casi utópico, pues el hombre me ha opacado con sus ingeniosos e innecesarios inventos, consumiendo más y más, haciéndome perder mi rumbo, destruyéndome cada día más. Soy el aire de Gaia. Muero cada día más, a cada segundo, cada minuto. Eres libre de continuar tu rumbo.

Era curioso. Cuando el aire desapareció, Luciferino notó que fue el más corto de los discursos que había escuchado. Se preguntaba si era por su declaración de muerte, su falta de aliento y poder. Ya eran 3 mortales gritos de auxilio, y cada uno era peor que el anterior. No se quería imaginar su próxima confrontación

Al llegar a la cumbre de la montaña encontró una cueva, allí se refugió y pudo descansar, tumbándose en el suelo. Estaba bastante sucio y sudoroso, con el cabello largo y unas ojeras bastante notorias. Se sentía más exhausto que la guerra que había vivido meses atrás.

Salió al borde de la montaña a divisar el paisaje, y algo anómalo le sucedió. Comenzó a alucinar, a ver distintas partes del mundo. Alaska, Argentina, Colombia, Lóndres, Siria, Turquía, Japón, Rusia, Arabia, pero se detuvo en El Amazonas, divisando el enorme río que lo atravesaba y sus árboles mutilados por máquinas creadas por el hombre, miles de máquinas que destruían cada vez más el lugar.

Cayó al suelo sin fuerzas y se agarró la cabeza con las manos. En menos de unos segundos pudo ver la miseria del mundo. Pudo ver las guerras, el hambre, la codicia, el egoísmo, los polos derritiendose, El Amazonas siendo destruido, la muerte, el consumo, la inconsciencia.

Comenzaba a comprender por qué el aire moría cada día más, y supo que el próximo episodio en su travesía sería más catastrófico.

IV. Gaia: Corazón latiente, vida y madre, Dama y reina, última de los cuatro.

Al pasar una semana en lo alto de la montaña, sus alas estaban recuperadas y listas para emprender el vuelo, así que descansó y a primera hora del día se lanzó por los aires, rodeando el bosque y tratando de captar cosas sobrenaturales que sucedieran en él, pero no tuvo éxito.

Hubo un lugar que le llamó la atención. Desde el aire se veía como un círculo en medio de los árboles, con un lago en medio, unas antorchas encendidas en los árboles de su alrededor y en medio del lago un árbol de gran tamaño.

Descendió y al tocar el suelo notó otra corriente de aire, más fuerte que la que experimentó en la montaña. Lo raro era que el viento soplaba más fuerte que nunca, pero las llamas de las antorchas seguían intactas.

Del suelo unas ramas rígidas y fuertes salieron para aprisionarlo desde el cuello hasta sus pies, haciéndolo arrodillar mientras se le cortaba la respiración.

Hubo un grito y fue como si el bosque entero hablara en una misma voz, al unísono de un grito de guerra, preparándose para una épica batalla, pero todo seguía inmóvil.

Una voz firme pero con un dejo de agonía resonó en todo el bosque, haciéndo que Luciferino se espantara en su totalidad y temiera. La voz, más fuerte que todas dijo:

- Eras enteras, períodos de progreso, pero de sufrimiento. Es hoy el día en el que Gaia no temerá más, y se revelará ante la impunidad, el egoísmo, la represión, seré libre de nuevo, veré el sol salir de nuevo. Todo aquello que me ha afligido, lo devolveré con una fuerza doblada a aquellos. Soy la fuerza viviente, soy la madre de la humanidad, doy calor a aquellos que en su bien hacen lo conspicuo por una mejor vida. Pero castigo a aquellos que han hecho de la humanidad un cruel estigma, una vil conspiración de destrucción. Déjame contarte quién soy y mi odio, mi profundo odio hacia la inconciencia colectiva que hoy en día es mi calvario.

Años atrás, todo parecía marchar sobre ruedas, todo era una utopía hecha realidad, yo vivía plácidamente en una casi imposible calma, hasta que llegó él. El hombre llegó con su filo y comenzó a hacer de las suyas sin regla alguna, y mi agonía comenzó a partir de las heridas causadas por su ingenio, por su promiscua codicia, su avaricia. Pasé años encadenada a la maldad de éste desalmado ser, y hasta el día de hoy he decidido ahogar a todos y cada uno, sin compasión, despertaré mi ira y no toleraré más éste atropeyo. Agonizo día a día, ardo, lloro…Ésta tierra no merece la vida, merece todo lo contrario, y yo, Gaia, se los daré, los desangraré como desangran mis ríos, mutilan mi piel,los árboles, y matan el aire que me permite vivir.

Luciferino se encontraba en la cúspide de la verdad que rodeaba la tierra, pues la misma había hablado, había dado su veredicto, e incluso le resultaba bastante justo, pues desde lo que había divisado y precenciado en sus meses de pesquisas, la raza humana no era humana, era todo lo contrario, y entendía que incluso los que deseaban ser ángeles, eran no solo iguales, sino hipócritas, pues para conseguir su perfección, pasaban por encima de todo.

Entonces entendía que la situación actual era más compleja de lo común, pues no solo había falta de lógica, sino intolerancia. No entendían que al escupir al suelo, escupían su tierra, su hogar, a ellos mismos. Finalmente, Gaia declaró:

- Que tus días no se tornen oscuros y acabes con éste crímen, pues para destruir al hombre, se necesita un hombre con ideales.

Así, las ramas que lo sostenían desaparecieron, el viento se fugó junto con las llamas, y el silencio reinó.

Se quedó petrificado ante la escena que acababa de presenciar. Cuatro eventos dementes que le habían sucedido, y le habían cambiado de alguna manera su forma de ver cómo funcionaba el entorno de la Tierra.

Le rompía el alma saber que a cada segundo la maravilla que lo rodeaba agonizaba, el cielo se rompía más y más, que no había conciencia por el corazón de la Tierra, que cuando el hombre deterioraba su entorno, no se daba cuenta que él mismo se hacía daño.

Entendió de repente que lo que debía hacer, era devolver la conciencia que antaño abundaba, donde la naturaleza era respetada y no había tanta obsesión por el poder que ahora consumía por dentro a las personas, pasando de ser humanos, a robots conglomerados por un mismo y deshonesto ideal.

Emprendió vuelo hacia lo más alto y se dirigió a las puertas del Infierno para comenzar una nueva travesía, el objetivo próximo, dios.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Una noche cualquiera.

Salimos mi padre y mi hermana a encontrarnos con mi madre. Era de noche, pero no tenía idea de qué hora era, y tampoco era de mi interés, el tiempo no me parecía algo tan fascinante cuando caminaba sin una compañía de letras.

Tomamos un taxi en la avenida las Vegas. Al subirnos nos dirigimos a rodear dicha avenida, para tomar retorno al sur y llegar al punto donde nos esperaba mi madre.

El taxista tenía aspecto de ser un hombre de avanzada edad. Facciones humildes y amables me daban la confianza de que era un hombre de buena aura, por así decirlo, y además, se notaba la felicidad con la que vivía, la tranquilidad que debía de conseguir día a día, sintiendo la satisfacción de la tranquilidad incesante.

De repente, mientras daba arranque dijo:

- ¿Cómo le parece?, 3 jueces pa’ la carcel. Se roban la plata sin que nadie se dé cuenta y ahí vamos. Es impresionante, ¿no? (Dijo esto mientras alternaba su mirada hacia el asiento trasero y hacia mis ojos, a medida que yo sonreía por sus palabras). Es que ya no se puede confiar en nadie, deberían proclamar una ley que encierre a todos esos ladrones, todos esos timadores que andan sueltos…¿Pero cómo agarran a más de medio país, pues?, es que los pillaron con una confabulación con los mismos abogados, pero es que ya en ellos no se puede ni confiar. Imaginese hermano, que hace tiempito ya, mi hermana tuvo al hijo, pero ella después del parto no estaba en sus cabales y éstos infames le hicieron firmar un papel, e imaginese que era para vender al hijo por 5 millones. ¿¡Ah!?, qué tal pues…Y luego mi madresita fue a ponerles pelea, y se dio cuenta que eso estaba organizado por unas monjas para una pareja gringa. Y esas viejitas le ofrecieron plata por él, pero ella no aceptó y peleó por devolverlo con mi hermanita, tan linda mi madre. Pero es que eso se ve ya mucho, esos “cambiazos” los hacen en par guevazos, de una, sin que uno se dé cuenta. Ni en los médicos podemos confiar ya, jesús bendito. ¿Qué país le estamos dejando a nuestros hijos?, yo sufro por mis hijos y por mis nietecitos, qué tristeza ver el país en el que crecen, pero es que donde menos uno espera que esté, ahí está. Qué tristeza, qué tristeza. Pero bueno, ojalá por ahí haya alguien que cambie las cosas, porque que los hay, los hay.

Llegamos a nuestro destino, y a todas éstas palabras no logré sonsacar más acción por la tremenda alegría que me embriagaba la piel, los músculos, todo. Un narrador nocturno, que vive la vida humildemente me enseñó hoy que no solo nosotros sufrimos por el bienestar futuro, sino que él también se desvive por el futuro de sus hijos, sus nietecitos, su hermana.

Es cierto, ya casi en nadie podemos confiar, pero yo confío en que personas con ganas de un progreso son lo suficientemente confiables como para decirles “Muchas gracias” y una sonrisa del tamaño del cielo como regalo personal para ésas bellas almas que miran pasar la vida por sus ojos lentamente.

Pagamos y lo vi alejarse con una nueva ruta fijada, esperando que los nuevos pasajeros tuvieran el deleite que tuve yo de conocer una pequeña parte de su historia y opinión personal. Miré al cielo, sonreí, y caminé.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Como Odiseo en la tentación.

Entonces me encontré en aquél extraño barco, navegando en un mar de sueños, extrañas alucionaciones que me tentaban a seguirlas, a lanzarme a aquel mar de cristalino reflejo. Qué arduo es, oh qué difícil es no lanzarse a aquel mar que llama con melodiosa voz, como las sirenas que una vez tentaron a Odiseo, como Calisto que lo aprisionó .

Y el barco no conseguía navegar, estaba atorado, como si un ancla de peso inimaginable se posara en el suelo, impidiendo todo movimiento. Era Calisto invitándome a caer en su tentación, a ser su prisionero por 7 años.

¡Qué cruel sueño me sometía a ésta pesadilla, a ésta tortura!, como si no fuera suficiente tener que lidiar con la vida misma, para que ahora ésta mujer me tomara forzadamente a emprender un nuevo viaje.

Los sueños son continuos y no se detienen para dar compasión alguna a la paz deseada…Pero cómo escapar, si me siento como entre Escila y Caribdis. Qué difícil es evitar los peligros, a sabiendas de que esto conllevara a más peligros, pero la emoción y la curiosidad han sido los castigos del humano desde tiempos inmemorales. Pero es que así son los sueños, son ninfas seductoras que te llaman con una armoniosa voz y provocan que te lanzes a aquél lago, aquél misterioso lago que, cuando despiertes, jamás sabrás porqué te encontrabas en ésa fantasía de pasados, presentes y futuros.

martes, 8 de noviembre de 2011

Un tal Sábado

Al parecer todos no llamamos igual. Al parecer todos sufrimos por lo mismo. Si todos tenemos las mismas lágrimas . Tan parecidos, pero infinitamente diferentes al mismo tiempo.

Todos anhelamos ver el amanecer todos los días. Pero, lastimosamente lo único que podemos ver, es un oscuro túnel que nos abruma día a día, que no deja respirar, que no deja ser, nos aprisiona y ahoga. Que nos hace delirar agresivamente, obligándonos a lentamente arrastrarnos hasta la salida de aquél túnel. Porque aspiramos encontrarnos en este pozo existencial, para entender el porqué de la vida. El porqué del sufrimiento y nuestra condición imperfecta de no poder comprender todas éstas cuestiones.

Pues esto simplemente nos enloquece y nos hace distanciarnos paulatinamente de nuestra propia esencia, de lo que realmente queremos ser, porque buscamos ser solo uno y todo al mismo tiempo. Porque no aceptamos nuestra perfecta imperfección, que a nuestro modo de ver es lo que realmente nos hace sentir y padecer.

Esto hace que se desdoble nuestra alma y se ponga débil, como solamente nosotros conocemos. Pues solamente queremos salir de este profundo pozo existencial, que nos hace ser indiferente a todo y a todos. Pero que nos hace ser auténticos y únicos, como nunca nadie nos puede llegar a conocer. 

jueves, 3 de noviembre de 2011

Hundiéndome lentamente

El agua hoy no será benigna…No, hoy no será benigna. Es maligna, es maligna.

Me agarra el cuello mientras intento buscar un lugar donde pueda por fin respirar, me acosa, me asfixia, me asfixia con lentitud, nada más me queda cuando aparece las hostigación.

Es como un mar, un violento mar que me arrastra en sus corrientes con la facilidad con que el viento se lleva una hoja al aire. Me hunde cada vez más haciéndome ver como un abandonado huerfano, un desolado humano en medio del mar, que no es más que un literato, un músico con la convicción de nadar hasta la superficie y poder respirar. Pero en éste gigantesco y sofocante mar, no hay más lugar para esconderse…No, no hay más.

Quisiera nadar, nadar hasta el final de éste tunel infinito, éste aislamiento que me corta el aire crudamente y apacigua mi vida de la manera más atroz pensada.

Qué cansado estoy de nadar y nadar, pero ver que todo sigue igual…Las aguas no se aquietan de ninguna manera, todo sigue salvajemente desproporcionado, asfixia y nada más…Asfixia y nada más.

Cómo deseo, oh, cómo deseo salir de aquí, respirar aire que purifique ésta alma contaminada de banalidades cotidiana.

Se los suplico, aguas perversas, acalla éste aullido de guerra que son tus olas, permíteme respirar una vez más, ver el resplandor del sol que tanto me has quitado en las tinieblas de tu profundidad.