jueves, 27 de octubre de 2011

COMO UN LUCIFER TERRENAL

COMO UN LUCIFER TERRENAL

I. Escape Celestial

No se sabe qué era. En épocas de prosperidad personal, era confundido con un exacto ángel, allá en el cielo. Sus alas eran blancas y brillantes, sus facciones se convertían en una fuente confiable, una sonrisa que mostraba su felicidad. Otras veces, sus alas se tornaban negras y con corte puntiagudo al final de ellas, sus facciones duras y poco deseables, y algo particular, es que emanaba fuego de su alma, cosa que le hacía alejarse de la población angelical.

Otras veces, no poseía alas, solo era un humano allí, en el cielo y se cuestionaba por qué los ángeles no se percataban de sus exactas y repetidas facciones…Una tras otra.

Un día, decidió que el cielo no sería más su hogar. Estaba cansado de la supuesta perfección que se encontraba en ese lugar y conocería otra realidad, donde predominaban los pecados y el placer. Bajaría al Infierno.

La noche siguiente, amarró sus libros, notas y poemas a una de sus alas y caminó silenciosamente por las relucientes y blancas calles, con aspecto de un mármol reluciente y lustroso…Era difícil distinguir el brillo de la luna, que indicaba la noche.

Al llegar a la frontera donde había un peñasco que conducía a un vacío que desde esa altura parecía infinito, una flecha le rozó el rostro. Alarmado, giró su cabeza mientras un coro de voces gritaba “¡Atrápenlo!”, “¡Traidor!”, “¡Desertor!”.

Con un miedo terrible, se lanzó por el peñasco a los aires, descendiendo violentamente en zigzag, evitando las flechas que se le eran lanzadas en la persecución.

Cada vez descendía más, pero en un movimiento mal calculado, una dorada flecha le acertó en el ala izquierda, haciéndole perder el equilibrio de su vuelo, cual Ícaro calcinado por el sol, caía a gran velocidad, mientras toda realidad se perdía ante sus ojos y nada más caía.

II. Un oscuro lugar llamado Infierno

Despertó en la oscuridad más aterradora jamás conocida por sus ojos, mientras trataba de recordar cómo llegó allí; pero el dolor que sentía en todas y cada una de sus extremidades lo hacía gemir cual griego acuchillado en batalla. Una oscura mano fue tendida ante él.

- ¿Muéstrate, invasor, aléjate de mí, acaso no ves que estoy mal herido y privado de batalla?

- ¿Invasor, dices?, pero si eres tú quién ha dejado éste cráter luminoso en medio de el umbral de nuestro condenado hogar.

- ¿Acaso estoy en el infierno?

- Pero fíjate tú, un nuevo Lucifer,¡ ja!, Dios te desterró de su tan nombrado paraíso?

- ¿Dios?, dios nunca es visto por ninguno de nosotros, o por más bien, ellos y yo

- Es que…¿No eres un ángel?

- No sé qué soy, soy un híbrido demonio- angelical…

- Impresionante…Un ser despojado de la mano de dios.

- Guíame, demonio, a las profundidades de tu hogar

- Veremos, camina.

Se levantó y caminó con el brazo apoyado en el hombro del demonio. Aquel tenía un aspecto común, pero alrededor de su cuerpo, tenía alrededor franjas negras, similares a tatuajes ajenos a la piel que se extendían hasta la cara.

- ¿Qué son esas marcas?

- ¿Esto?, pues son mis pecados. Cuando cada uno de nosotros arribamos, son cocidos a nuestra piel, para siempre tener la condena en nosotros presente, y la razón por la que estamos aquí.

- Entonces, ¿ Seré tatuado?

- Eso lo veremos, pues viviste en el paraíso, debes de ser perfecto entonces.

- Ja, perfectamente nulo de conocimiento…Todo lo que sé, lo he hecho por mis méritos, aquellos ángeles siempre indican qué hacer para satisfacer a dios, siempre por un mismo camino, así que por eso decidí descender al Infierno.

- Entiendo.

Mientras descendían cada vez más, el ángel no se había percatado de algo. Allá, en el cielo, siempre se decía que el Infierno ardía, pero hasta ahora no había sentido más que un frío que le recorría la piel.

- ¿Acaso no es el Infierno envuelto en llamas?

- Lo es, claro. Pero sólo para aquellos que su vida se basó en ideales que jamás fueron aceptados y lucharon por ello.

- Y las almas que habitan en éste lugar, qué se supone que sucede

- Pues, sólo son almas condenadas a la reflexión propia, a mirarse en el reflejo del hielo y saber que hirieron inhumanamente a una persona, por eso lloran y se lamentan constantemente, en sus marcas corporales se recuerdan las escenas en las que despreciaron a cada persona que pudo haberle hecho bien.

- Pero, ¿Dónde se supone que aquellos que habitan en el ardiente fondo no fueron aceptados?

- ¿Hay algo peor que el Infierno?

- No te entiendo

- Lo sabrás

Al bajar por las rocas congeladas, se encontraron con una puerta de gran tamaño, rodeada de antorchas que le daban una luz mortecina a sus bordes. En ella se veían talladas formas, figuras de hombres aplastados por ángeles, donde sus alas demoníacas eran arrancadas de ellos.

El demonio susurró algo en un lenguaje que el “Ángel” no pudo comprender, y como si dos gigantescos cíclopes tiraran de la puerta, ésta se abrió.

El calor era soportable, pero no a largo plazo. Las llamas emanaban de cada rincón de la cueva, todo el sitio era iluminado, con unas rocas puntiagudas por techo y un enorme trono a lo que parecía el final de la cueva.

En ella, un hombre reposaba con los pies cruzados y su cabeza sostenida por su puño. Su ala derecha era angelical, mientras la izquierda era demoníaca; en su cabeza había una corona, de la misma manera, mitad ángel, mitad demonio, vestía de negro y de cabello largo. Sus facciones eran casi cegadoras. Sus ojos, extrañamente, eran de color rojo.

El ángel caminó con el demonio a su lado y éste último gritó:

- Un similar a ti, Lucifer, ha caído del cielo tal cuál lo hiciste tú en tu desafío con dios. Tiene preguntas qué hacerte, ¿ Es digno de permanecer aquí?

Una voz grave pero melodiosa salió de el ángel caído, diciendo:

- Caído del cielo…No pensé que dios fuera tan descuidado para desperdiciar uno de sus borregos. Déjalo ser uno más en éste condenado resguardo.

El demonio se alejó, dándole unas palmadas al ángel. A su vez, Lucifer descendió de su trono, con paso definido, lento pero con majestuoso movimiento. Se posó en frente al ángel y lo examinó de pies a cabeza.

- Eres tan parecido a mí, me impresionas. Cuál es tu motivo en este lugar, espía

A continuación, Lucifer empuñó una daga del tamaño de su brazo, y la puso en el cuello del ángel. El ángel, inmediatamente, a pesar de su condición física, tomó el brazo de Lucifer y lo apretó con fuerza, mientras algo increíble sucedía. Del antebrazo de Lucifer, salía vapor, su brazo se quemaba. Lucifer se soltó con facilidad y derribó al ángel, demostrando de nuevo una superioridad divina ante todo aquel que lo desafiara.

- Dicen que dios castiga, yo, por mi parte asesino.

- No soy ningún espía, sólo me cansé de la monotonía de aquel lugar. No conozco a dios, nadie lo conoce…A veces dudo de su existencia, sólo sé que nos impuso unas normas y ya creo que he tenido la prueba de lo que pasa al quebrantarse (dijo con ironía).

- Si no eres un espía entonces a qué vienes

- Vengo a saber por qué están ustedes encerrados, quiénes son todos éstos personajes…Quiero saberlo todo.

- Jamás sabrás todo. No encontrarás todo ni en el Cielo ni en el Infierno. Pero puedo transmitirte mis conocimientos. Permíteme me presento.

III. Una luz llamada Lucifer.

- Mi nombre es Lucifer. Fui un ángel que al igual que tú se cansó de que dios fuera siempre la salida a todos los problemas. Yo, por mi parte, lo conocí, lo vi y le hablé…Pero creo que con los años ha sucumbido, pues tiene su creación bastante descuidada y haciendo equilibrio entre la vida y la muerte. No concuerdo con que si es su creación, la deje morir tan indignamente, pero continuemos.

Fui enviado a éste lugar tras enfrentarme a el cielo, pero a mí cada vez llegaron todas éstas valientes almas. Te preguntas quiénes son, y por qué algunos son distintos a otros. Aquellos que caminan y carecen de alas, lucharon a mi lado, y se enfrentaron al ejercito alado de dios. Claro, dios se ve misericordioso pero entrenó bastante a sus subordinados, pues a todos los que podían les arrancaban las alas y torturaban. Qué piedad (dijo sarcásticamente). El que seas un ser inexplicable no lo puedo responder, sólo sé y desde mis constantes pesquisas a tu aspecto, simplemente aún no defines qué eres, no sabes qué lado es el tuyo, ni por qué lado luchas. Dices convertirte en hombre en ciertos momentos, tal como la creación de dios; créeme, los demonios no somos lo más temido por el universo que nos rodea. Son los humanos, justo en medio del cielo y el infierno lo que ha hecho a la tierra un lugar más para correr despavoridos por los más recónditos lugares de nuestro mundo.

No es ético que dios permita que éstas hormigas que ha creado no solo destruyan su hogar, sino que se destruyan entre ellas…La creación perfecta…Patrañas, blasfemia por doquier, el cielo está lleno de ellas en cada una de las calles, dios reparte mensajes al inconsciente de su población, haciendo que ésta reaccione a su merced, por eso dios se convierte en un sistema, un círculo vicioso que recorre las mentes de todos y cada uno de ellos y así los alinea a su gusto.

No creas que todo es como lo pintan. Te dicen que el Infierno es algo inmoral, donde los condenados con vidas malignas son depositados para ser castigados. ¿Qué peor castigo que el arrepentimiento y la pena moral?, eso me parece suficiente para que un alma en pena se desgaste y reconozca sus errores, y en la eternidad Infernal, tener la oportunidad de reconstruirse.

Al cielo solo van personas que han sido perfectas, según el concepto divino de dios, todo se vuelve hermoso a sus ojos, pero no se dan cuenta que siguen viviendo la misma realidad, la misma monótona realidad. Qué triste es saber que la gente tiene toda una vida para equivocarse, y una eternidad para recuperar sus caídos cimientos. Ésa es la verdadera superación que dios debería tener en cuenta, pero como dicen por ahí “dios es ciego sordo y desocupado”, pero veo que en realidad se ha escondido muy bien y aún así tiene las cosas a su merced. Qué insolente ser no reconocer semejantes fisuras en su sistema divino.

Yo, puedo ser cuestionado, sí…Pero jamás insultado. Por eso mismo te derribé, pero a la vez, me agradó, porque en ti se nota una ira descomunal, una ira creciente que indica que te cansaste de la igualdad del cielo, te noto tal cual como yo rebelé mi atado corazón, eres un Lucifer, un sucesor, tal como otros más que andan encarcelados en la prisión que tiene dios por mundo.-

El ángel estaba atónito. Ahora entendía por qué llamaban a Lucifer el portador de la luz, pues a pesar de que fuera un ser oscuro, le había dado el conocimiento y revelado lo que en realidad es dios; un sistema que recorre cada mente, repitiendo patrones de ignorancia. Estaba decidido…Liberaría a los prisioneros de la Tierra.

IV. Un Infierno llamado Tierra

El ángel descansó unos días, recuperándose de sus heridas. Comenzó a notar que sus alas no eran más blancas, sino que ahora se habían convertido en unas oscuras y anchas alas. Comprendió que el cuestionar a dios y su ciudad, lo había convertido en el nuevo Lucifer, un discípulo del original para desgarrar aquellas nubes donde vivían los ángeles.

Pidió a Lucifer que empuñara su espada una vez más, y que volara con él de nuevo al cielo y chocaran con sus edificios, que asesinaran a dios con el filo de sus armas. Lucifer sonrió, pero le dijo a su discípulo que primero, tenían que ir a la tierra, a lo que el discípulo aceptó.

A la mañana siguiente, ascendieron por las empinadas y calientes rocas, para salir a continuación por la gigante puerta, y continuar ascendiendo. Al llegar al final del túnel, Lucifer le dijo a su discípulo que cerrara los ojos, a lo que éste preguntó por qué

- Llegaste por medio de la inconsciencia. Así mismo saldrás.

El discípulo cerró los ojos, y a continuación sintió la brisa en su rostro, mientras surcaba los cielos al lado de Lucifer.

En un punto neutro entre el cielo y la tierra, sus alas se posaron, haciéndolos suspenderse en el aire, y ver absolutamente todo el mundo que había sido creado por la mano de dios. Allí, Lucifer sonrió y dijo

- Ésta…ésta es la maravillosa creación de los 7 días divinos. Míralos, todos iguales. Mientras una nueva vida se alza, otra se extingue para caer al limbo y a la decisión de si me lo encargaran para examinar sus pecados, o si subirá a consagrarse en el “fabuloso” Cielo.

A medida que mis ojos se posaban en cada escena, me sentía cada vez más repugnado. Mujeres a media noche vestidas vulgarmente, con expresiones lascivas y peligrosas. Hombres asesinando hombres, tragando comida, a sabiendas de que su estómago no requería más. Hombres golpeando a sus esposas, guerras, hambre, muerte, violencia, y sobretodo un enorme consumismo de los recursos naturales tan bellos que les rodeaban. Oh, qué terrible, qué terrible…Tal vez era cierto…dios estaba muerto y toda su vida había sido una simple marioneta.

Lucifer examinaba cada una de sus expresiones, cada tristeza, cada desgracia, cada repugnancia que su Discípulo mostraba, él ya las había vivido varios siglos atrás.

- Entiendes ahora por qué el Infierno no es el peor lugar que existe. Es la peor blasfemia que te pueden haber implantado en tu cerebro. El verdadero Infierno se llama Tierra. Aquí hay ángeles que pisotean demonios, gastan más, perfeccionan, maltratan, aniquilan, y siguen las mismas órdenes que dios promulga en el cielo. Aquí, hay demonios que no se dan cuenta de sus pecados, que no se arrepienten, que nunca han tenido la suficiente consciencia para despertar de ésa terrible ilusión.

- Sácame de aquí, ahora…Te lo suplico, llévame lejos, muy lejos.

Inmediatamente, volaron de nuevo hacia un recóndito lugar de la tierra, allí, de nuevo Lucifer volvió a pedirle a su Discípulo que cerrara los ojos. Con una rapidez poco corriente, alcanzaron la puerta, y al entrar, Lucifer se posó en su trono y gritó.

- ¡Que una vez más nuestras espadas se claven en los corazones angelicales de dios, que el cielo sea roto en su suelo y su civilización sea destruida, junto con sus alienados habitantes. Que nunca más nos repriman en éste agujero de penas, que nuestras voces se unan y la suya calle en la eternidad de su propio hogar. Son ustedes los únicos con el poder de darle fin a ésta atrocidad, realizar el cambio necesario para que la Tierra se convierta en el lugar que en un principio dios se interesó!.

En tan solo unas milésimas de segundos, los corpulentos demonios alzaron sus espadas, y gritaron al unísono “¡Somos los ángeles caídos, los olvidados de la mano de dios!”

Lucifer sonrió y entregó a su discípulo un arma, con una mirada de malicia y con ojos inyectados en sangre, dejó ver sus colmillos, empuñó su espada y gritó

- ¡QUE SE ABRA LA PUERTA, HOY RODARÁN CABEZAS!

V. Batalla celestial…Un cielo roto y flamante.

Las puertas se abrieron, y el discípulo volaba al lado de Lucifer, ascendiendo cada vez más por la vertical cueva, mientras un mar negro de demonios se extendía sus espaldas.

Al salir de la cueva, mágicamente, (el discípulo no se explicaba por qué ahora no necesitó cerrar sus ojos) los demonios acudieron al grito de guerra, al definitivo despojo de lo correcto, según la iglesia creada por un dios ciego y sordo.

En tan solo unos minutos, los ojos humanos se posaron en el enorme nubarrón negro que ascendía al cielo. Nadie pudo entender qué sucedía ni de qué se trataba. Algunos, presas del pánico, corrieron anunciando el fin del mundo, otros, amarillistas, se detuvieron a contemplar la escena. Los cuerdos artistas, anonadados y fascinados por la escena, no pudieron desviar su mirada.

En las puertas del cielo, Lucifer gritó:

- Sal de tu guarida, inhumano dios, porque una vez más he venido a retarte.

No fue más que una pequeña provocación, pues de cada torre en la frontera celestial, millones de ángeles se alzaron, comandados al frente por sus respectivos arcángeles.

- Lucifer, otra vez…Con el traidor que escapó hace días. Pues qué decepcionante saber que te pones del lado de los malignos adversarios de dios. Desde siempre supimos que eras una oveja negra comparada a nosotros.

Dijo uno de los arcángeles. El Discípulo, ofendido e iracundo respondió:

- Adversarios de dios…Si solo compones una mínima parte de una mentira, una mentira tan grande que ha tenido el Cielo y la Tierra en una ceguera descomunal…Una ignorancia constante y maldita. Oveja negra, pero no ignorante como tu débil y fundida mente.

El arcángel emanaba ira por doquier, y con una aguda y melodiosa voz gritó: “¡En nombre de dios, defiendan la tierra santa contra éstos desadaptados!”

A continuación, ambos bandos se lanzaron bestialmente, con una carga medieval los unos con los otros. En el momento en que chocaron, el cielo se tornó gris, y un rayo iluminó completamente la Tierra.

Todo se puso oscuro, nadie sabía qué sucedía ni el por qué una gran explosión se había generado en el Cielo. La confusión reinaba, los llantos producían un particular eco alrededor del aire, pero increíblemente, en una sociedad de ruido incontrolable, el silencio reinó en la Tierra.

Ángeles y Demonios se enfrentaban. El Discípulo se defendía de los ataques laterales que le llegaban, mientras que a su vez, vigilaba la espalda de su maestro, Lucifer, que cortaba cabezas de una manera tan despreocupada que parecía ser un pasatiempo. Llovían ángeles, llovían demonios. Algunos despojados de sus alas caían gritando en el vacío, mientras que otros malheridos no lograban sostenerse en el aire.

Los Demonios tenían la ventaja, pues la convicción los impulsaba a atacar fuertemente, sin piedad alguna con los que los encerraron tanto tiempo en aquel lugar. Con paciencia, fueron avanzando cada vez más, hasta acorralar a los ángeles en las murallas de su ciudadela blanca.

Uno de los arcángeles gritó: “¡Retirada!, vuelvan a la ciudad”, y todos obedecieron inmediatamente, mientras los demonios los perseguían y se colaban en la ciudad, acabándolos por la espalda mientras corrían.

Hubo un momento donde Lucifer se alejó de su ejercito, tomó una de las calles más poco recurridas, y se perdió entre callejuelas. El Discípulo avanzó unos pasos pero fue interrumpido por el arcángel que se dirigió a él mientras se formaban los ejércitos. El arcángel tomó su cabeza y la estrelló contra una pared, generando un enorme cráter en ella.

- No podrán detener un poder tan enorme como el nuestro. Sería más prudente que tomaran sus penosas almas, sus ideales muertos y volvieran a su fosa olvidada.

El Discípulo, iracundo, empuñó su espada y la acabó con la vida del arcángel, atravesándole el corazón, mientras decía:

- Si vuelvo a esa fosa, vuelvo con todos ustedes como trofeos, desgraciado borrego.

La batalla continuó por horas, Demonios heridos, algunos muertos. Ángeles desalmados e inertes tumbados en el suelo, llenando el lugar de sangre, sangre angelical.

Tras varias horas, Lucifer se alzó en lo alto del cielo y exclamó:

- ¡DIOS ESTÁ MUERTO, DIOS JAMÁS HA ESTADO AQUÍ, EL COBARDE SE ESCONDIÓ EN EL LUGAR MÁS DESCONOCIDO POR EL HOMBRE, SON UDS UNOS ESCLAVOS, ESCLAVOS DE LA CODICIA Y LA RUTINA BENEFICIARIA DE DIOS, SON UDS GUIADOS POR UNA CADENA DE MENTIRAS QUE LES HACE INCREMENTAR UNA FE QUE JAMÁS TUVO UN ORÍGEN!.

A continuación, una espada le atravesó el área abdominal, haciéndole tambalearse y rodar colina abajo del lugar donde se encontraba.

El Discípulo corrió, pero al ver que de la colina se alzaba el arcángel Miguel, dio un paso atrás, y corrió a socorrer a su maestro, mientras los demonios, desafiantes, miraban a su adversario a los ojos y éste con un gesto fino hizo que los ángeles se alzaran para continuar la batalla.

De la colina descendieron centenas de ángeles para acabar la labor de defender la tierra prometida. El baño de sangre se reanudó, haciendo perder almas en penas definitivamente.

No fue más que un movimiento extraño el que hizo que Lucifer consiguiera el objetivo deseado. Con su mano tomó su espada, mientras su Discípulo le sostenía, y con la fuerza que adquiría de cada alma que llegaba él, voló unos metros, y se lanzó en picada hacia el centro del cielo.

Todo tembló. Las casa y las calles comenzaron a partirse en dos, y el cielo comenzó a separarse por partes desiguales. Los ángeles se lanzaron contra Lucifer, para no más que recibir un contragolpe que los llevaría a la muerte. Todo caía y se desprendía…El cielo estaba roto y todos caerían.

En medio de la confusión que se encontraba en la mente de los ángeles guerreros, los demonios aprovecharon su oportunidad para dar un último golpe, que resultó efectivo, de no ser por el último adversario.

El arcángel Miguel se alzó de los escombros, tomó su espada y aniquiló cuanto demonio se cruzaba por su mirada mientras caían a una velocidad inimaginable, mientras el Discípulo ayudaba a Lucifer, para que el arcángel se lanzara a toda velocidad a destruir a su adversario, que no hace más de unos días les había traicionado.

Lucifer se interpuso entre la espada y su Discípulo, atravesándole nuevamente el cuerpo, pero con una particularidad, y fue que en el momento en que le atravesó, tomó la espada por su filo y la acercaba más y más, haciéndole quedar a tan solo unos centímetros de el arcángel Miguel.

- Hasta aquí tu divino dios, Miguel, todo termina hoy. Tu dios está muerto, yo estoy muerto y te arrastraré conmigo a la negrura de nuestra inconsciencia.

Acto seguido, tomó un pequeño cuchillo que se encontraba en el cinturón de Miguel, y con rapidez, lo clavó en su corazón, haciéndole detener su vida y caer sin la más mínima idea de lo que sucedía.

Los tres cayeron en la Tierra, produciendo un cráter del tamaño de dos lunas. A continuación, El Discípulo despertó, y se acercó a lo que suponía era el cadáver de Lucifer, pero encontró que aún vivía, y éste le dijo:

- Eres tú el que continuará éste camino, pues dios se esconde aún. Las almas de las personas que quieren detener ésta barbarie se levantarán, pero tendrás que tomar un lugar, un lugar que te volverá maldito, señalado e indeseable por las personas. Serás distinto a todos, como los que se reúnan a tu lado. Serás ahora el que predomine en el Infierno…Pero no en el que habitamos y permaneciste unos días. Tú estarás en la Tierra, el verdadero infierno, y tomarás la vida de dios, liberarás a todos de ése sistema tan terrible que los ha esclavizado tanto, tanto tiempo. Por ahora, no te preocupes, no desapareceré. Espérame pronto, pero mis súplicas ahora, es que cumplas con lo que he pedido, que rebeles a toda ésta gente de la inconformidad, de hacer un equilibrio justo, una verdadera tierra prometida.

Lucifer cerró sus ojos, y su respiración agitada, se convirtió en silenciosa e imperceptible. Tanto el Cielo como el Infierno habían sido destruidos, y sólo quedaba El Discípulo Lucifer, con un encargo que le hacía vivir en el verdadero y súbito Infierno. La Tierra, el lugar donde dios lanzó una idea sin un hilo de coherencia. Donde la justicia se hacía a través de una corrupta congregación de personas inhumanas, ambiciosas y retorcidamente inmorales.

Suspiró y se alejó del lugar, contemplando un cielo gris, y el millar de cadáveres angelicales y demoníacos que se encontraban en el suelo. Era el Lucifer terrenal. El desertor de los cielos, y comandante del nuevo Infierno.

Todo había terminado. O eso se creía.

VI. Comentario del autor.

Ésta es una analogía de la realidad que vivimos ahora. Somos marginados y mal retribuidos, a pesar de que nuestras capacidades pueden ser mucho más beneficiosas que las que ahora se hayan en las calles. Vivimos encerrados en un infierno, pues temen que nos tomemos sus propiedades, sus pensamientos, sus cargos, su dinero, las cosas que no nos hacen falta, porque no nos interesa. No hace falta más que uno que se levante ante ésta impunidad, suba al cielo, donde se encuentran éstos personajes tan particulares, y al unísono de la unión, reclame lo que es debido…Un mundo mejor, donde la banca y la alta política son el banco de dios, de sus corruptos y repetitivos ángeles. Un mundo sin el hambre que abunda de las recién llegadas almas a la tierra…Un mundo más humano.

Disfrútenlo, es con mucho amor.

Felipe González.

PD: Sí, habrá una segunda parte, deséenlo o no.

martes, 25 de octubre de 2011

Un atardecer desmantelado

Qué tan fácil te llevaste la felicidad de mi ser. Qué fácil borraste la sonrisa que creía permanente. Un fuego arde en mi garganta, un fuego destructivo que no pide más que le deje salir, que abra la boca para escupirlo con palabras malditas, ensordecedoras y mezquinas.

Oh, maldita seas, indecisión, maldita seas y te den condena en el infierno, que seas clavada con el tridente demoníaco y sucumbas ante mis ojos. No me arrastrarás más con tu lazo sobre mi cuello, nunca más. Aléjate de una vez por todas y déjame salir de éste calabozo de penumbra, que no más deseo ser libre de ti, alejarte a la profundidad de mis confines ilusorios.

Pero solo caigo y caigo en éste extenso vacío. Cada que intento adentrarme profundamente, me tomas a lo alto para una caída más prominente.

No más atardeceres desmantelados, déjame acariciar mis ilusiones y sueños más oscuros, pero contigo lejos de mí, contigo difunta en la tumba de mi consciencia.

Deja mi mundo, déjame, déjame, no atormentes más mis sueños. Lárgate, indecisión…¡Lárgate!