Como si aquél instante fuese el primero. Era el pensamiento que se le pasaba cada que caía en la cama en media de la humarada densa de su cigarro.
Su dinero se acababa, a pesar de que cada mes le llegaban los ingresos de sus novelas compradas alrededor del mundo.
Fue así que una tarde en medio de la inconsciencia tomó el períodico y sus ojos cayeron lentamente en un artículo de aerolíneas internacionales, ofreciendo promociones de cierto tiempo a ciertos lugares, pero sus ojos bajo el efecto de la adormidera le pesaron de tal manera que cayó dormido en un profundo y largo sueño. Éste sueño fue algo curioso que lo tuvo desconcertado incluso mientras dormía.
En el sueño se encontraba primero en los bosques de coníferas del Himalaya, luego, sin más preámbulo, en los bosques caudocifolios húmedos y secos del centro y del sur de la India. Caminaba descalzo en las zonas calurosas y se bañaba en los lagos por horas, flotando y respirando cada partícula de aire que se interponía en su relajante momento. Despertó y decidió ir en búsqueda de su “Flor de Loto”.
Semanas después de realizar la averiguación de su viaje, hizo sus maletas y dejó las llaves en la recepción para su regreso y dejó París para realizar el sueño que tuvo unos días atrás, cosa que era extraña porque jamás había acudido al llamado de sus sueños de manera casi inmediata, pero tenía una corazonada con éste y sentía que debía tomar ese vuelo y pasar una breve temporada en aquel enorme pero a la vez recóndito lugar donde la mente se eleva y el espíritu se enjuaga de todo pecado.
Cuando llegó y pisó tierra, sintió que de alguna manera ya había estado allí, no por su sueño, sino en otra vida, en algún otro momento de la historia humana .
La extraña sensación lo acechó hasta que llegó a una hostería con cabañas alrededor de un lago, poblado de sirvientes que no paraban de ofrecerle comida un tanto exótica para él. Se cambió la ropa e inmediatamente se puso en el deber de explorar su sueño en vida.
Pasó días recorriendo los lugares que vio en dicho sueño y en cada uno de ellos sufrió una depresión que tardaba al menos una semana en salir de su cabeza. Se daba cuenta que la razón de su dicho éxodo resultó convirtiéndose en la temporada redentoria de su vida, recordando la manera tan baja y necia con la que tomó la carta de su ex mujer. Sabía que lo tenía todo, a pesar de estar en un mismo tiempo y un mismo amanecer, no le iba a faltar nada, pues la felicidad iba y venía, como todo en la vida de un humano pensante y razonable. Pero dejó todo por irse en busca de lo que desde que era un niño le habían enseñado por vida…Y estaba equivocado.
Tal fue la depresión que muchas veces consideró lanzarse de un pico en el Himalaya, o ahogarse en el lago de la hostería o sencillamente volarse la tapa de los cesos. En momentos así era cuando recurría a sus sesiones de relajación, anfitrionadas por el Opio que dejaba su habitación llena de un humo denso, y como co- anfitrión, tenía a las exóticas mujeres de aquél extraño país, que lo seducían y lo envolvían en momentos de placer que ya le resultaban efímeros y poco eufóricos. Le recordaban a su mujer.
Pasó meses y su barba y pelo largo lo harían ver como un vagabundo en Europa, pero allí podía pasar desapercibido, aunque el aspecto físico, para él, no lo salvaba de sentirse como tal, como un vagabundo insaciable y avergonzado de un pasado que lo había convertido en un monstruo.
Decidió empacar antes de que esa tierra lo consumiera por completo y comenzara de nuevo la historia que inició en las calles de París, así que tomó el primer vuelo de vuelta y de nuevo se encontraba en donde plantó su infierno.
Al llegar al aeropuerto se sentía como una persona totalmente distinta. Sentía que lo observaban, que venía de otra época, que se había perdido en el agujero negro del universo y que no pertenecía a una sociedad establecida por el hombre común. Era distinto, de pelo largo y de barba larga, con ojeras que lo hacían ver más viejo y cansado.
Pensó que su viaje le serviría para volver de una mejor aura, pero lo cierto es que todo se volvió más precario y abstracto.
Tomó un taxi que lo llevó a la puerta de su edificio, y al cruzar su puerta, notó ese característico aroma que llenaba su habitación cada noche que iba de caza por unas horas de placer y felicidad. Se sintió más vacío que nunca.
Tomó su computador personal y comenzó a escribir al azar los pensamientos que le venían y notó que no había ni un solo pensamiento alegre en aquello que escribió. Sabía que debía tomar un cambio, pero no sabía por donde empezar, no sabía cuál era la puerta indicada para cruzar, no tenía nadie que lo guiara ni una motivación más que el pasado perdido.
…Y como en sus viejos días, tomó su chaqueta, bebió un trago de whisky y salió en busca de la calma temporal.