domingo, 21 de agosto de 2011

La moral de los seres humanos


En el texto Responsabilidad moral, reglas éticas de Zygmunt Bauman, se expone la moral de los seres humanos, que han hecho ellos con esta y ella con los seres humanos en un plano netamente experimental y práctico. Por ejemplo, Bauman expone que “Vivimos tiempos de una fuerte ambigüedad moral, que nos ofrece una libertad de elección  nunca antes vista, aunque también nos lanza a un estado de incertidumbre inusitadamente agobiante.”  [1]

Esto quiere decir que los seres humanos tienen una amplia gama de elección para vivir la vida, lo cual se ha ido dando con el paso del tiempo, gracias a nuevas concepciones históricas, científicas y filosóficas, que le ha permitido emanciparse de ideologías como el oscuro Teocentrismo concebido en la edad media.

Sin embargo, el problema es esa “incertidumbre inusitadamente agobiante” en la que viven los seres humanos, es que “nunca hubo tanto poder aunado a tan poca guía para usarlo… Tenemos la mayor necesidad de sabiduría cuando menos creemos en ella.” [2] Es decir, los seres humanos tienen todas las herramientas (y no hay excusa de que existan fuerzas coercitivas en él) para actuar y vivir de una manera moral, pero no tiene el suficiente conocimiento, madurez y educación, para utilizar estar herramientas adecuadamente.



En este orden de ideas, este planteamiento de la ambigüedad en el ser humano se puede entender gracias a que Bauman afirma que “Echamos de menos la responsabilidad cuando se nos niega, pero una vez que nos la devuelven la sentimos como una carga demasiado pesada para llevarla solos. Por consiguiente, echamos de menos lo que antes resentíamos: una autoridad más fuerte que nosotros, en la que podamos confiar o que debamos incluso obedecer.[3] Esto es lo que se considera en la actualidad,  una crisis de la moral postmoderna y de esto se puede concluir, que por más libertades y avances que el ser humano ha generado en los últimos siglos, todavía no ha generado unos principios morales y éticos que lo guíen satisfactoriamente por un camino que lo haga sentir pleno y tranquilo de su actuar.  Se ve sometido aún, a fuerzas externas que lo domestiquen, lo manden y hasta a veces lo obliguen a actuar, como “se debe” o como otros quieren que lo hagan. “En vano buscamos reglas sólidas y confiables que nos reafirmen que, de seguirlas, estaremos en lo correcto.[4]



No obstante, “ninguna autoridad parece tener el suficiente poder para darnos el grado de seguridad que buscamos… no confiamos en ninguna autoridad, por lo menos no plenamente ni por mucho tiempo, y nos resulta inevitable sentir desconfianza de cualquiera que proclama infalibilidad.[5] Es decir, los seres humanos están consientes de que existen una ambigüedades, ambivalencias y angustias las cuales deben sanar y resolver, piensan que necesitan una autoridad suprema o fuerza que los haga caminar como debe ser, sin embargo, ellos no están conformes en su totalidad con estas cosas externas a él, ya que se pueden sentir condicionados, cohibidos, o simplemente no confían en estos nuevos orientadores. ¿Qué hacer entonces con la moral del ser humano?



Una solución posible y coherente para estos dilemas, es que para alcanzar “La moralidad de una verdadera sociedad humana debía fundarse de tal manera que comprometiera a cualquier ser humano, en tanto ser humano, y no depender de ninguna autoridad suprema o extra humana, a las cuales se acusaba, por así decirlo, del pecado adicional de hacerla explicita tan sólo una peque parte de la humanidad.[6] Es decir el ser humano se debe dedicar a actuar y a centrarse en sí mismo y en su propia esencia, que lo hace diferente al resto de especies conocidas, dotada de una clara capacidad de racionar, y por lo tanto hacer grandes males o grandes bienes en la sociedad. Basarse y fundamentarse, en una lógica del deber por el deber y convencido plenamente de esto. Pensando desde una educación que lo funde y lo persuada de que el ser humano “no nace sino que se hace. La libertad significa el derecho –y la capacidad- de hacerse a sí mismo.”[7]



[1] BAUMAN, Zygmunt. Responsabilidad moral, reglas éticas. Pág. 28
[2] JONAS, Hans. Ensayo filosófico. Págs. 176,178. Tomado de Responsabilidad mora, reglaséticas Pág. 24
[3] BAUMAN, Zygmunt. Responsabilidad moral, reglas éticas. Pág. 27
[4] IBID
[5] BAUMAN, Zygmunt. Responsabilidad moral, reglas éticas. Pág. 28
[6] BAUMAN, Zygmunt. Responsabilidad moral, reglas éticas. Pág. 33
[7] BAUMAN, Zygmunt. Responsabilidad moral, reglas éticas. Pág. 30

lunes, 8 de agosto de 2011

Es tiempo de volar

Nunca hay fin II

Caminando por la penumbra, la muerte se pregunta de dónde sale la valentía de aquel hombre para enfrentarse a su magnanima presencia.

No fue sino hasta el otro día que decidió darse un descanso y observar desde el rincón cómo el mundo se mataba a golpes por ideales distintos, correctos e incorrectos, razonables e irrazonables; y miraba a sus capturas a traves de los siglos y se daba cuenta de algo: Cada que pasaba una época, traía más inmundicia al Hades.

Arrepentido por su error, buscaba la manera de destruir aquella inmundicia de su hogar, pero al final de todo, estaban muertos y nada se podía hacer…No había manera alguna de desintegrarlos incluso de la inexistencia.

Deprimida, la muerte se recuesta sobre su trono y desesperada entiende que el hombre tenía razón, a medida que el tiempo pasaba ella se convertía más intolerante y más ciega.

Buscó desesperadamente al hombre por todos lados. Al ver que se encontraba protestando ante el consumismo mundial, se quedó congelada sin poder reaccionar, sin saber qué hacer. Observó cómo un policía le derribó con un golpe, y a continuación le agarraba del cuello mientras le decía – ¿¡¡¡Por qué son tan idiotas y siguen insistiendo con lo que nunca van a poder!!!!?- Y el hombre, de nuevo, como si se estuviera enfrentando a la muerte misma, respondió – ¡Pues, porque queremos acabar con gente como tú, dependiente de semejante atrocidad, gente vacía sin conocimiento alguno, sin humanidad, ni respeto hacia los demás. Sólo eres aquello que ellos quieren que seas, eres la reflexión de sus miradas, eres una simple marioneta conducida por oscuros ideales, por destructivos pensamientos, por egoistas convicciones!-

El policía, con el pensamiento nublado por la ira, con un golpe noqueó al hombre y al levantarse, le escupió a los pies, y corrió desesperadamente para derribar a otro de sus contrincantes políticos.

La muerte, anonadada, miraba expectante el cuerpo del hombre.

lunes, 1 de agosto de 2011

Nunca hay fin

Después de tanto tiempo, se encontró cara a cara con la muerte. Ella, orgullosa y petulante, se le acercó y le tomó del cuello, diciéndole “ Es hora”.

Él, confundido, miró a la muerte bajo su capa negra y le dijo que a qué se debía su grata visita, a lo que ésta le respondió, “Tranquilo, sólo eres otro desperfecto de éste retorcido e inmerecido mundo”.

Él, sonriente, le replicó con un tono sarcástico, “¿Acaso eres perfecta?”. La muerte, casi al borde de la ira y la confusión, se cuestionó a sí misma si lo era, si era perfecta. Con orgullo, vanidad y egoísmo, replicó, “¡Sí, lo soy!, pues tú eres un ser inmoral que con la frialdad de tu despedazada alma, tomas la vida de quienes no lo merecen”

El hombre, sonriente y satisfecho responde, “Pues, si no te has detenido, has de saber que los humanos tenemos el don de perdonar, lo que nos hace más perfectos a ti, pues nunca te has detenido a pensar en las consecuencias de tus apresuradas decisiones, y pensar que la muerte es el mejor castigo, es lo que te hace imperfecta, sin poder tomar decisiones, sino encadenada a una sola decisión, tal y como el mundo es ahora, destinado a gastar y gastar, sin detenerse a pensar en otra opción. Eres el ejemplo perfecto de la humanidad, de la generación actual, de los gobiernos ambiciosos que sin pensar acaban con poblaciones inocentes y enteras, que posiblemente a los ojos de ellos, tenían un futuro brillante en la civilización, pero con el afán y el deseo de poseer más, se derrumban los sueños….¡Así eres tú, muerte, así es el mundo que te estás llevando!”

Al dar jaquemate, la muerte, humillada e iracunda suelta al hombre y camina hacia la lejana puerta infernal.