viernes, 29 de noviembre de 2013

EL DIABLO DE MADRUGADA.

2 de la madrugada. Juan, apodado Juanito el loco, soltaba adiestradamente pintura de su lata, mientras hacía un graffiti, al lado de sus amigos Carlitos y David.

Juanito creía en la lealtad y la sinceridad hacia sus seres queridos, pero guardaba algo, algo que en realidad contrastaba con la realidad en la que vivía día y sobretodo noche, pues le ocultaba a sus amigos algo que sería considerado una deshonra en medio del grupo.

Como era de saberlo, Carlitos y David tenían sospechas sobre algo que ocultaba Juanito, pero no hacían caso y se acostumbraron a que Juanito les negara entrar por la puerta de su casa.

De igual manera, mientras seguían con el acto, una patrulla se acerca rápidamente y comienza a presionar a Juanito y sus amigos, empujándolos e insultándolos mientras miran desenfrenadamente alrededor, asegurándose de que nadie estuviera asomado desde el balcón con un celular filmando algo que seguramente iría a parar a las redes sociales.

Juanito se pone furibundo y alza la voz contra los agentes, objetándoles que tenía el absoluto derecho de estar allí haciendo el graffiti, pero manteniendo el respeto y conociendo los límites, pues por la educación que recibió de su padre, tenía claro cuál era el límite que tenía la paciencia de la autoridad.

Pero los agentes comienzan a tratar de hijueputas vándalos, descarados comunistas e incultos, sacando, dos de ellos, sus bolillos y los demás, detenían a Carlitos y a David, mientras les gritaban vulgaridades a los oídos. Los montaron a la patrulla y los agentes que estaban apaleando a Juanito sacaron sus pistolas mientras le descargaban 3 tiros cada uno. Se montaron a la patrulla y se desvanecieron en la noche.

2:10 de la madrugada. Al comando de la policía llega un llamado y el coronel Landázuri es informado de un asesinato a un muchacho a manos de supuestos policías que se acababa de llevar a cabo. Preguntó el coronel el motivo y dijeron que escucharon alegatos por el grafitti que el muchacho hacía con sus amigos.

El coronel se monta en una patrulla junto a otros 3 policías y van al lugar de los hechos, mientras se seca el sudor frío de la frente, especulando e imaginando la cara de la víctima.

Le dice al conductor que acelere, mientras comienzan a meterse por los recovecos de los barrios. Pensaba qué decir a los medios, en caso de que fuera verdadera la versión del homicidio por parte de unos policías del comando.

Al llegar, los servicios forenses andaban tomando nota de los hechos, mientras el coronel se bajaba de la patrulla y veía bocabajo a un muchacho de unos 17 años de edad tumbado con 2 tiros en las piernas y 4 en el torso.

Los policías comenzaron a cercar el perímetro y el coronel se queda apoyado en la patrulla esperando informes del forense. Le dice, “cuénteme”, mientras el forense revisa los papeles y mira al cadáver. El coronel reclama por el nombre de la víctima y el forense dice: Juan Landázuri.


Agradecimientos a Mateo Escobar, por aportar la idea para esta historia.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Lenguaje inmortal

El cabrón de Cortázar introdujo variaciones en el lenguaje, como por ejemplo el glíglico. Escribió capítulos con errores de ortografía, pasándose por el culo a la puta más barata: la RAE. Hizo lo que quiso en su literatura: vomitó conejitos, utilizó la esferecidad como más le convino; algunas de sus historias se revelaban en renglones impares y otras en los pares. Burló la inteligencia de la dictadura militar en argentina, utilizando con proeza la simbología en sus cuentos. Fumó hasta que se le pudrieron los dientes y habló hasta que murió con ese estúpido acento gutural afrancesado. Vituperó a los esnobs con dureza, y son ellos los que hoy en día se jactan de haber leído Rayuela al derecho y al revés. Y soy tan súbitamente bruto, que nunca lo he entendido.

Lo lograste, putón.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Agradecimientos.

A pesar de que ya he publicado hoy, quiero tomar el momento aprovechando que ando con ganas de escribir y dar una pequeña lista de agradecimientos.

La semana pasada se me otorgó un regalo por parte de mis papás, debido a la ya pronta graduación, e hicieron un álbum donde está organizada cronológicamente mi vida, por lo que quiero agradecerles a los partícipes de esta obra, de esta manera.

Quiero comenzar por dar gracias a mis papás, por haberse tomado el tiempo, no solo de quedarse hasta tarde haciendo esta tarea sin que yo me diera cuenta, sino también por haberme acompañado en un proceso, que debo decir, ha sido bonito, y a la vez duro, en algunos momentos de mi vida. Pero siempre, estando ahí, a pesar de las adversidades. No puedo pedir más de ellos, por proveerme apoyo permanente y familia, junto con mi hermana, que a su corta edad, puedo entablar ya conversación con ella y sentirme alegre de ello.

A mis abuelos, que con gran esfuerzo me dieron educación e infinito amor a lo largo de los años. Que a pesar de mi constante desagradecimiento, no saben que profundamente me encuentro agradecido por ser integrante de esta familia y haber aprendido tantas cosas de ellos.

A mis tíos, que a pesar de la lejanía, siguen estando presentes en todo momento, preocupados e interesados de mi bienestar. Sé que soy una persona que a veces resulta de pocas palabras, pero hay que ser realistas…Esta es nuestra herencia. De igual manera, debo decir que siento una profunda admiración y agradecimiento hacia ustedes por siempre brindarme aprendizajes que he ido aplicando a lo largo de los años.

Ahora, a Carlos Reyes:
Yo no pude haber tenido un mejor compañero de letras que vos. Yo, a diferencia tuya, no recuerdo en absoluto la primera impresión que tuve de vos…Pero algo es claro y es que llevamos años enteros de amistad donde he tenido gratos momentos con todos ustedes, hemos compartido gustos, sueños, risas, tristezas, y la distancia no ha sido un motivo relevante para que los lazos se rompan, sino que por lo contrario, creo que se han fortalecido más que nunca. No tengo palabras suficientes para agradecer tanto que has hecho por mí y las veces que has sido el camino para encontrar la razón en medio de rabias y confusiones.
No puedo pedir más mejor amigo que vos, porque más que amigo, sos un hermano.

Chilly:
Estás acertando al decir que no somos muy cercanos, pero el tiempo compartido últimamente me ha mostrado un lado tuyo increíble y bondadoso. Ojalá sea el comienzo de una buena amistad y de memorables momentos. Quiero dar también una felicitación para vos, porque pasamos por casi el mismo proceso de demorarnos un poco más para graduarnos, pero jamás nos detuvo el hecho de estar más atrás que aquellos con los que crecimos. Me atrevo a pensar que de no ser por esta experiencia, no habríamos crecido como personas y no nos habríamos conocido como ahora. Estoy orgulloso igualmente de haberte conocido y, al considerarme leal, solamente te puedo agradecer con una amistad.

David Castañeda, Camilo García y Tito Aguirre:
No se imaginan la sorpresa que tuve, y encima la risa, al ver la foto con ustedes (Y Tito dibujado). Últimamente se presentó un obstáculo entre nosotros, pero les digo que también extraño esa pequeña familia que tuvimos esos meses, pero igual, sepan, y esto también va para Juan Manuel Castañeda, Chinin, Feria, que les agradezco enormemente por haberme acogido en esa pequeña familia, por haberme permitido entrar en sus vidas y conocer a grandes personas. Les agradezco mucho el apoyo que han tenido conmigo y, de igual manera, no me queda nada más que agradecerles igual y ofrecerles mi amistad.

A Miguel Franco:
Yo sé que no pudiste escribirme, pero sé que tenías las intenciones de hacerlo. Estoy orgulloso de haberme podido acercar más a vos y conocer la lealtad en carne propia. Yo sé que esta es una amistad que no morirá con los años, y espero poderte pagar con la misma moneda. Me alegra haberte conocido.

Por último, pero no menos importante, a Jose Luis Arango:
De igual manera que inicié lo anterior, sé que no pudiste escribirme, aunque tenías la intención. Yo creo que ha sido de las amistades más impresionantes que he llegado a tener, de las situaciones más riesgosas, pero hilarantes que he pasado con vos. Te agradezco mucho por ser paciente, y de igual manera sé, que esto no terminará este año. Has sido como uno más de la familia en este poco tiempo, y yo sé que nos falta por vivir muchas aventuras extrañas en el futuro. Acá me tenes siempre, parce.

Esto es fuera del motivo que se conoce en Resquemor. Es un agradecimiento personal a las personas que fueron e iban a ser partícipes de este proyecto que hicieron mis papás. Si falta alguien, no es porque no quiera, hay más personas en mi vida, pero esta no será la única nota de agradecimiento este año.


Habitación 1410

Nevaba. Era el invierno más frío que había pasado en Canadá desde hace varios años.
Había llegado con sus maletas a un hotel, a una media hora de Toronto. Fue bien recibido en la recepción, mientras que la mujer que atendía buscaba afanadamente alguna habitación, pues el hotel estaba lleno de personas que habían parado a cubrirse de la tormenta.

Finalmente, la mujer de rasgos asiáticos le entregó una llave con la habitación número 1410. Tomó sus maletas y se encaminó al ascensor, donde se topó con una anciana de rasgos extraños. Ojos rasgados, nariz respingada, cabello corto y negro, piel amarillenta y unos dientes que dejaban rastro de un exceso de cafeína en ellos.

“Tiempo sin verte”, dijo la anciana. Él, patidifuso de las palabras que acaba de pronunciar aquella extraña mujer, intentó hacer memoria de su rostro, pero vagamente recordaba haberla visto alguna vez.

Al llegar a su destino, salió rápidamente del ascensor y fue a su habitación. Al entrar, encontró que su habitación tenía espejos por doquier, cosa que le perturbaba un poco, pero que intentó ignorar.

Estaba cansado, así que bebió un vaso de whisky y se echó a dormir en la cama. Un sueño extraño le atormentó la noche entera, una sombra le seguía. Despertó, 6 de la mañana, octubre 14.

Se levantó y no había ni un solo ruido en el hotel. ¿Acaso había terminado la tormenta?, vio por la ventana y notó que aún nevaba horriblemente. Su aspecto era fatal, estaba pálido, barbudo, y el pelo corto, pero desordenado.

Soltó un grito ahogado al ver a uno de los espejos de la habitación al notar verse a él mismo, pero con el pelo largo y barba afeitada, flaco, más niño.

Sentía que estaba enloqueciendo y corrió fuera de la habitación, dirigiéndose al ascensor y luego al bar del hotel. Todo era calma.

Al llegar al bar, un hombre de cabello liso, castaño y abundante, de baja estatura, piel rojiza y arrugada, lo miraba fijamente con unos ojos extremadamente azules.

Sonreía mientras decía “Se le ve pálido, amigo. ¿Qué le pasó?”, tardó en responder, viendo algo familiar en su rostro, como si lo hubiera visto en alguna otra persona alguna vez. 
“Nada, mal sueño, viejo.”
“Ah, le regalo uno para que se le olvide”. Bebió el nauseabundo aguardiente que puso al frente de él. Le provocó malestar.
“¿Sabe? Yo a usted lo he visto en algún lado…”  Decía el mesero mientras lo veía con esos escalofriantes ojos azules. “No, no nos hemos visto nunca.” Respondió con voz gangosa y lúgubre. Se levantó y decidió volver a su habitación.

En el trayecto, escuchaba pasos a sus espaldas. Se giraba constantemente para no encontrar nada detrás suyo, pero los pasos continuaban al voltear su cabeza.

En el ascensor, vio al espejo que había dentro. De nuevo, su reflejo, años atrás, estaba ahí, mientras una figura negra le acompañaba a su lado derecho. Era difícil notar su rostro. Era aquella sombra que lo perseguía en sus sueños, que lo acechaba cada noche.

Al abrirse la puerta, salió corriendo a su habitación para tomar sus cosas y correr. Entró, y en cada espejo, a sus lados, atrás, adelante, incluso arriba veía su reflejo con aquella sombra que reía.

Estaba asustado, no sabía qué hacer. En el espejo aparecieron también el hombre del bar y la mujer del ascensor, riendo. Estaba desesperado.

Era cierto. Había visto a esa mujer extraña y al hombre durante años en sus sueños, de la mano de aquella sombra negra que le abrazaba por la espalda, que sonreía desde el espejo, mientras lo señalaba.


Tomó un libro que tenía en la cama y lo lanzó contra el espejo con fuerza. Hubo un estallido y el espejo comenzó a fragmentarse. Aquella sombra se retorcía, mientras la extraña mujer y el hombre sangraban por el pecho. El niño, por el contrario, iba envejeciendo. Su pelo se acortó, su barba creció y su sonrisa floreció. Era él, nuevamente. Aquél 1410 se desvanecía de las llaves. Todo había terminado.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Miedo.

He tenido miedo. He tenido miedo, angustia. Me da miedo rendirme, me da miedo decepcionar a las personas y, sobre todo, a mí mismo. A veces, cuando los músculos arden en medio del Tatami, cuando el cuerpo no da más y necesito parar, siento impotencia de no poder lograr más, pero quiero continuar. Uno de los mayores miedos los tuve el sábado pasado, en medio de chorros de sangre y un ojo cerrado, temía a fracasar, de que mi cuerpo no diera más. Temía decepcionar lo que tanto he querido. A veces pienso rendirme, pero temo a ser juzgado de flojo, de incumplido y prometí que algún día, dedicaría una victoria a un amigo al que llevo escribiendo un rato cada mes desde que partió del mundo.

Y es ahí donde intento sacar motivación para continuar, sacar toda esa basura que me nubla la razón, que no me deja. Encuentro en este lugar una familia en donde río, donde aprendo, donde me siento tranquilo y el tiempo pasa rápido, lamentablemente.

Pero tengo como objetivo dejar de lado lo que yo mismo no puedo entender y hacer por una vez lo que siempre soñé y sé que lograré construir esa senda.


Y cuando por fin logre pisar la lona, iré hacia adelante.