Recuerdo
los años que pasamos, los años que correteamos, que reíamos con inocencia sin
preocupación al futuro venidero. Recuerdo nuestras sonrisas al cielo cuando
todo era mágico, cuando los sueños eran lejanos.
Hoy
en esta noche con tus ojos llorosos y el corazón ardiendo de dolor, no veo sino
un niño gritando por ayuda, implorando los abrazos que jamás sintió, los
consejos que jamás oyó y las sonrisas que siempre buscó.
Y
yo, parado en frente, con los anhelos vueltos añicos, con la tristeza de saber
que no pude hacer lo suficiente para sacarte de allí, de esas pesadillas, de
esos miedos que ahogabas en las noches solitarias, en aquellos largos días.
Cuando intenté y todo lo que hice fue fallar, pues jamás logré mover un
centímetro de tu razón.
Hoy
siento culpa por caer de nuevo en la tristeza de no haber tenido la fuerza
suficiente de zambullirme a ese foso de almas siniestras, de oscuras tinieblas
y sacarte de la nuca, de abrirte los ojos y mostrarte que había esperanza, que
todo estaba en nuestras manos y que tan solo teníamos que mostrar la luz que
había dentro.
Pero
supongo que no fue suficiente y supongo que pude dar más, que jamás fue
suficiente mi esfuerzo y que hoy, amigo, ambos sollozamos las penas que cada
día se acumulan en nuestra cabeza.