Es una de esas
noches en las que me pregunto, mientras mi mirada va de esquina a esquina de mi
techo, si esos ojos siguen leyendo estas letras. Y digo una de esas noches
porque ha pasado un largo tiempo desde que no sentía el vacío y frío recuerdo
que me dejabas en cada sueño al despertar.
Si bien, he sabido
perdonar las cosas que me dañaron por dentro durante tanto tiempo, sé que sigo
siendo preso de lo que una vez escribí, de aquella carta que el músico escribió
a la niña, la cual jamás fue entregada y no sabremos el final de tan
maravilloso cuento de hadas que terminó abruptamente en hastío inmenso.
No malinterpretemos
esto como un deseo ferviente de volver al pasado. Todo está hecho y no cambio
mi presente y lo que he logrado en él, pero sigo ahogado por un peso que no me
deja salir del mar y que a medias me deja respirar.
Todo, absolutamente
todo de vos ha cambiado, y de mí, pues ni qué decir. No soy ni la sombra de la
formalidad que te abrazó en aquella tarde de octubre en el centro comercial.
Pero a pesar de eso, soy feliz, muy feliz, pero sé que aún me siento condenado
de lo que la mano dura castigó numerosas veces a lo más frágil que llegué a
conocer y del desperdicio que después de tanto sacrificio, se fue de mí.
Me sigo preguntando
si seguís leyendo estos vagos escritos donde no hago sino manifestar mi
inconformidad hacia todo y todos, mis historias nauseabundas y fracasadas y mis
prospectos de poemas que quizás solo inspiren a Cortázar a salir de su tumba
para ahorcarme y decirme que no debería tener aberración por él, sino por mí.
Se rumorea en las
calles que todo está bien, que todo está alegremente por esos lares, y es por
eso que espero pacientemente en esta caja de metal que no me permite salir del
mar de culpa que llevo cargando por tanto tiempo, que desearía escupir gota por
gota y liberar todo lo que cargo el día entero.
Pero una cosa es
cierta y es que llegará el día en que, de nuevo, las dos miradas, indiferentes,
se encuentren una vez más y con paciencia puedan soltar todo lo que nunca se
dijo, lo que quedó en una caja polvorienta, lejos de toda realidad, escondida
en el odio más grande hacia lo que una vez fue feliz.
No pretendo
recuperar amores perdidos, ni mucho menos, ni pretendo enmendar el pasado, solo
pretendo mejorar el futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario