El piano sonaba
melodiosamente en la colina más alta de un pueblo. Un bello lamento se
deslizaba por el aire hasta llegar a los oídos de quiénes se aproximaban a la
mansión; un sonido armonioso que se había escuchado en el los habitantes
durante meses y que cobró fama de prodigio extendiéndose por el valle y
llegando a oídos de pueblos vecinos que no se explicaban la razón de ello. El
producto de sus notas era desconocido para aquellos curiosos que se derretían
en placer al ser testigos de tan agradable música y solo se podían limitar a
deleitarse con la virtuosidad del músico que daba vida al piano.
El hombre tocaba y
tocaba y sus dedos no parecían entumirse. Día y noche, las teclas retumbaban
por las paredes mientras el cálido sol se asomaba cada mañana en el horizonte y
daba la bienvenida a la penumbrosa media luna que salía acurrucada en un mantel
de estrellas. Era bello.
“¿Qué será lo que
inspira a tal hombre a tocar sin detenerse?, ¿Comerá? O ¿Acaso tendrá el pelo
hasta las rodillas, y las uñas de 3 metros?” Eran pensamientos vagos e ingenuos
de los pueblerinos que mitificaban la permanente estadía del hombre en su
mansión, aún amenizados por sus hermosas notas flotantes.
Las tardes eran más encantadoras
al son de su música. Aquellas en que las personas se sentaban en la plaza a
tomar un café, mientras conversan prudentemente se hacían más emotivas, más
dramáticas e impulsadas a tomar un rumbo alegre y carente de agresiones. Era su
música lo que convertía a los pueblerinos en gatos dóciles, sonrientes y
perezosos.
Pero más allá de las
puertas por las que las notas escapaban, a través de un vestíbulo que daba
salida a un gran comedor donde había puesto para al menos 20 personas,
siguiendo por unas espaciosas escaleras, en la habitación del fondo a mano
derecha de la mansión, se encontraba sentado en el banco un hombre que tocaba
el piano, que emitía un lamento bello con un corte espectral día y noche sin
parar, intentando devolverle con sus notas la vida al cadáver de su amada mujer
que yacía en la cola del piano, pálida y con los ojos en blanco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario